viernes, mayo 09, 2014

Entrevista a Alvaro Fernández.


De una cosa estoy seguro: Aruca no era un hombre sencillo. Cuando llegué a Miami en Noviembre de 1994 herido pero sin odios, quise palpar la actualidad política del lugar y el momento sin hacer concesiones a ninguna de las partes involucradas en la puja ideológica que aún perdura. Me comuniqué con tres personajes tratando de lograr una entrevista en la que nada ganarían y armado solamente de una trayectoria honesta en oposición al pececé que aún sigue siendo una anomalía en nuestra patria y habiendo sufrido la represión cotidiana de los pececitos.
Gutierrez Menoyo me recibió sin ningún tipo de medidas de seguridad ni condiciones previas, en su propia casa de la sagüesera. Huber Matos después de precauciones elementales me recibió en las oficinas del CID. Pero Aruca, tras una larga conversación con una secretaria o ayudante, me dio largas y de eso nada.
Le dije a Gutierrez Menoyo y a Huber algunas verdades desde mi punto de vista que parecieron incómodas. Las de Aruca se me quedaron en el moropo porque nunca quise decírselas en público.
La pregunta del entrevistador a Alvaro Fernández es muy reveladora. Tiene sentido únicamente en el mundillo rígido de Cuba. Es como preguntarle a Le Monde o al Corriere de la Sera cómo está el periodismo en Francia o Italia. En nuestro país el periodismo ta jolí. No porque los periodistas del Granma digan sólo las verdades cómodas para las autoridades partidistas, porque para eso le pagan. Lo que se necesita son más periódicos fuera de la órbita comunista.
Las diferencias entre el Nuevo Herald y el Miami Herald no son nada especial. Todo negocio hispano en la Florida es una caricatura del mismo negocio americano paralelo; se aprovechan del disfrute de una masa desconocedora de la lengua y la cultura del país que garantiza un mercado seguro.
La respuesta del entrevistado en cuanto a que no hay inmigrante ilegal, en abierto apoyo a Facundo Cabrales, es clásica de todo progre que por llevar la contraria a los conservadores toman posiciones imbéciles. Hay que preguntarle cuál sería su reacción si entra en su casa un indocumentado de San Pedro Sula.  

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