Estimado Iroel;
Cuando bajaron de la Sierra los rebeldes yo tenía siete años. A los rebeldes les llamaban mau-mau y su promesa era derrocar a un gobierno oprobioso, entreguista, criminal, corrupto y anticonstitucional. Pero no decían que iban a detener la marcha de las instituciones democráticas.
En aquellos tiempos nos contaban de las proezas de los mambises con una perspectiva lejana, lógica de sesenta años de distancia. Hoy, a tantos años, la retórica heroica de 1957 al 59 en los medios de difusión masiva suena hueca.
Creo entender que la disquisición que se ha planteado la mesa redonda _el patriotismo cubano equivale a antimperialismo_ resulta en una solución disyuntiva. Yo veo patriotismo, y no en el mejor sentido de la palabra, en vez de antimperialismo.
Primero, no puedo concebir un antimperialismo absoluto, puesto que solamente las naciones que han sido invadidas, sojuzgadas, humilladas, pueden odiar a un imperio específicamente: los polacos a los rusos, los armenios a los turcos, los irlandeses a los ingleses. Los cubanos de finales del siglo XIX llegaron a sentir profundo desprecio por el imperio de la madre patria, pero no por el naciente imperialismo yanqui. La opresión de España era más bien espiritual, si obviamos las obligaciones impositivas. Después de la revolución del 68 en España, la revolución del 68 en Cuba no aceptaba los términos conciliatorios, casi familiares, del general Dulce porque la condición fundamental de estos era mantener lealtad a la bandera roja y gualda. Hasta ahí llega nuestro antimperialismo.
Nuestro patriotismo es solamente un sentimiento profundo de que no nos parecemos a nadie.
Quizas la apreciación de Fernando Ortiz de que somos un pueblo de ciudadanos soñolientos y lectores dormidos no sea tan exacta hoy como podría parecer en los inicios de la república, pero sí encuentro adecuada su proposición de que tenemos una mente comodona. Necesitábamos un líder que cargara con la responsabilidad de la teoría revolucionaria de cambiarlo todo porque eso era lo que queríamos. Ya no queremos cambiar las cosas porque el líder no quiere. Si los hecho contradicen la teoría, peor para los hechos.
Buscábamos un patricio con capacidad de liderazgo, da lo mismo un Quijote que un Juan de Robres.
Somos patriotas pero tenemos que importar el 80% de los alimentos, en un suelo fértil y con buen clima; aceptamos una constitución con un agradecimiento eterno a otro país; celebramos que la retórica de nuestros intelectuales sea una llamada a los Varegos.