Haciendo uso de la cualidad más preciada nuestra, a saber, que nos quedamos cortos o nos pasamos, los cubanos hoy día andamos alborotados con la cuestión del centrismo.
Centrismo, si realmente hay alguno, es un escape que debemos de andar buscando porque sabemos que necesitamos un balance, que la cosa se está yendo de un lado.
Como la mente es más comodona que los pies, creemos que la vida es una recta y que con sólo encontrar los extremos podemos determinar el centro y ya está. Pero, ¿cómo puede ir al centro el que no conoce ambos extremos?
Supongamos que tenemos dos esferas idénticas incluso en el color, separadas a diez centímetros. No tenemos ningún observable correspondiente a la coordenada X aunque podemos introducir un observable H no dirigido pero que da la distancia. Ahora bien, si una esfera es roja y la otra verde, podemos observar que la del principio está a diez centímetros al este de la final.
Ese es el mecanismo usado en nuestra mente para salvar el principio de incertidumbre de Heisenberg. Las diferencias entre izquierdas y derechas son relativas. Los derechistas piensan que pueden tender al centro con moverse un poco al oeste y los izquierdistas viceversa.
Yo, por mi parte, estoy convencido de que el capitalismo es la génesis de mucho mal del actual en el mundo, pero no creo que eso le ceda algún tipo de credibilidad al socialismo. El capitalismo reduce las relaciones interpersonales al dinero, que es el que facilita el poder. El socialismo las reduce al poder directamente sin pasar por el dinero. Los bancos tiranizan la vida en el capitalismo de tal modo que la soberanía está dosificada en miligramos de oro para el individuo. El apparatchik te hace la vida un trapo en el socialismo, con la agravante de que debes mostrarte agradecido aplaudiendo a la nomenklatura.
Un poeta al este le pide a Dios que al menos le deje morir su propia muerte. Otro al oeste le pide que le deje vivir su propia vida, en el centro.