"RAFAEL MARÍA MERCHÁN: UN LABORANTE"
La labor anticolonial e independentista de Rafael María Merchán no se desarrolló, ni mucho menos, bajo el olor de la pólvora y la sangre. Fue, como mejor sabía hacerlo, desde los diarios, desde la letra impresa, desde los numerosos artículos y ensayos en los que defendió siempre el derecho de los cubanos a pelear por su libertad. Con su fecunda obra se unió a la pléyade de periodistas y escritores que, desde la prensa o la tribuna, dieron su apoyo a la gesta emancipadora encabezados por nuestro Apóstol. De manera lamentable su prolífica labor, su vida, son casi desconocidas hoy para sus coterráneos, la mayoría de los cubanos y, peor, soslayadas sus luchas por varias publicaciones sobre la historia patria.
Es preciso hacer algunas salvedades en la Historia de la literatura cubana publicada bajo la dirección general de José Antonio Portuondo o la intención que animó la institución del premio de crítica artística y literaria en su honor en la natal Manzanillo por parte de la UNEAC y las investigaciones de historiadores locales que, carentes de una difusión de alcance popular, no trascienden los marcos académicos. Mención aparte para la novel Enciclopedia Manzanillo, en formato digital, dirigida por el historiador Delio Orozco González, que intenta ser reflejo de la ciudad en todas sus aristas. Aun así, las fuentes bibliográficas revelan que en los últimos cincuenta años las labores investigativas y editoriales vinculadas al estudio de su persona y obra decayeron enormemente en comparación con el medio siglo precedente. No se trata aquí de falsos criterios de "novedad histórica", sino que, amén de no haberse agotado el amplio caudal que nos ofrece su personalidad, las ediciones críticas, las reediciones, incluso los homenajes no están a la altura de los merecimientos de este patricio manzanillero. No se peca al declarar que de figura trascendente y querida por el pueblo, Merchán pasó a engrosar los libros de la dolorosa desmemoria, de los que se intenta rescatarle de un modo muy tímido aún, razón que nos impulsa a abordarle en estos renglones.
ORÍGENES, ESTUDIOS Y REBELDÍA
Rafael María Merchán Pérez nació el 2 de noviembre de 1844, fruto del matrimonio de la bayamesa Encarnación Pérez y el médico colombiano Manuel Merchán. A los 12 años comenzó el aprendizaje de tipógrafo en la imprenta de El Eco - primer periódico manzanillero -, propiedad de Francisco Murtra. Posteriormente, en Bayamo, laboró como cajista en la imprenta de La Regeneración, dirigido por Ginés Escanaverino de Linares. En 1859 se trasladó a Santiago de Cuba, donde ingresó en el Seminario y recibió las órdenes menores de ostiario, lector, acólito y exorcista. En 1864 se unió al vicario Tomás Elipe y al Teniente Cura Coadjutor Antonio Hernández para rendir los últimos honores y escoltar hasta su sepultura el féretro de doña Francisca de Borja del Castillo y Ramírez de Aguilar, madre de Carlos Manuel de Céspedes.[1] La vida eclesiástica, empero, no logró atarlo y abandonó los claustros para dedicarse a la redacción de La Antorcha y El Comercio.
A su llegada a La Habana, ya su vocación periodística estaba francamente consolidada, así como su inclinación al magisterio, que ejerció en el afamado colegio Santo Tomás desde 1867. Una colaboración en las páginas de El Siglo - de José Antonio Cortina - bajo el seudónimo de Huberto, relativa a la denuncia realizada por tal periódico de los atropellos a un niño, le valió el formar parte de la redacción, proporcionándole el conocimiento y amistad del Conde de Pozos Dulces. En el año glorioso del inicio de nuestra gesta independentista, su pluma incansable trabajó en La Opinión y en El País, dirigido por Francisco Javier Cisneros, que desapareció en diciembre de ese mismo año, luego de la publicación el 15 de noviembre de un trascendental artículo para Cuba.
Laboremus, documento de respaldo genuino a la sublevación iniciada por Céspedes, es su bautismo independentista y, a la vez, su consagración a la causa revolucionaria. Resulta, a través del prisma de los años, francamente extraordinario que la censura integrista no impidiera la publicación de un artículo que llamaba, sin ambages, a la insurrección pues "[...] el progreso humano no puede realizarse sino resignándose a pasar por las pruebas del sufrimiento [...]",[2] aplaudiendo el sacrificio de los que abandonaron sus bienes, en franca crítica de aquellos que condicionan el bienestar de la patria a los intereses personales. A partir de Laboremus la reacción española comenzó a llamar laborantes a los simpatizantes con la causa mambisa. El término ocasionó una singular polémica entre Juan Clemente Zenea y Merchán, librada en las páginas de La Revolución. Al decir de Félix Lizaso "lo innegable de esta polémica es que la significación revolucionaria que tuvo la palabra surgió del artículo de Merchán, que es cuando adquiere sentido y alcance populares [...]".[3]
La Verdad, dirigido por Néstor Ponce de León, también recogió su obra, en enero del siguiente año, aunque del mismo sólo llegaron a editarse tres números. Merchán se dio a la tarea de fundar y dirigir El Tribuno, en cuyo programa quedó más que demostrado el espíritu que le animó: "Debe hablarse bien claro: ser republicano no es ningún delito. Ser independentista tampoco lo es. Ni menos el desear lo uno y lo otro para la patria".[4] Su actuar, pues, a favor de los que se levantaron en armas contra el régimen colonial, causó su emigración a los Estados Unidos, a fines del 69, donde recibió la noticia del embargo de sus posesiones y de la sentencia de muerte en garrote, dictada contra él y otros intelectuales el 26 de noviembre de 1870.
EXILIO, VINDICACIÓN, COLOMBIA
En suelo estadounidense, su verbo, profundamente cubano, se hizo sentir ya en los primeros días después de su llegada, contestando a las insinuaciones del diario The Times con lo que fue, sin duda, un alegato en defensa del pueblo cubano: La Revolución de Cuba, publicado el 13 de noviembre, por La Revolución, órgano oficial de la Junta Cubana de los Estados Unidos - a dos días de cumplirse el primer aniversario del histórico Laboremus - y que, Delio Orozco, estudioso de la obra martiana, así como de la vida de Merchán, señaló como "[...] la primera vindicación de Cuba ante el sempiterno vilipendio de los norteños [...]".[5] La Revolución de Cuba reclama el derecho de nuestro pueblo de luchar por la independencia y que se reconozca su beligerancia, censurando la postura del gobierno norteño:
[...] Nosotros, los cubanos, no hemos venido aquí, como decís, a mendigar libertad, que harta sangre han derramado ya por ella todos nuestros hermanos y amigos convertidos hoy en soldados de la patria [...]. No hemos venido a pedir vuestro dinero, sino a traer el nuestro, y a solicitar únicamente vuestras simpatías, y vuestra aprobación. Hemos venido a pedir justicia; [...] y son ellos los que pueden sacar de vuestros almacenes cuantas armas quieren, para ahogar en sangre y balas nuestras aspiraciones, en tanto se nos deja abandonados a lo que pudiera ser un grande pero inútil heroísmo.[6]
El 13 de septiembre de 1870, al renunciar Enrique Piñeyro a su cargo de director de La Revolución, Miguel Aldama y José Miguel Mestre, le ofrecieron el puesto al joven Merchán, en el que se desempeñó hasta el 19 de agosto de 1871. Asimismo, el 22 de febrero de 1870, apareció el Diario Cubano, fundado y dirigido por él y cuyas tiradas se mantuvieron hasta el mes de junio; la Bibliografía de Merchán, realizada por Domingo Figuerola-Caneda, recoge el siguiente fragmento de su programa: "Queremos para Cuba, antes que todo, y por encima de todo, la independencia de España, y en este sentido haremos la guerra a cuantos defiendan al gobierno español en nuestro país [...]".[7] El joven periodista viajó entonces a Europa, donde entró en contacto con su amigo el Conde de Pozos Dulces y colaboró con la Historia de la Esclavitud, de José Antonio Saco. No pudiendo sustraerse a su vocación, publicó artículos sobre Cuba en La Liberté, así como el estudio económico-social titulado Los trabajadores, en la Revista Latino-Americana, en 1874.
Cuando Francisco Javier Cisneros recibió el encargo de dirigir la construcción del ferrocarril de Antioquía, éste le ofreció a Merchán que fuera su secretario, a lo que él contestó con el traslado inmediato a tierra paterna, adónde arribó el 11 de noviembre de 1874. En suelo colombiano, Merchán se convirtió en figura pública: miembro honorario de la Academia de la Lengua, Secretario del Ateneo, nombrado secretario personal por el presidente Rafael Núñez en 1882 y redactor de La Luz, periódico del cual el expresidente conservador Marco Fidel Suárez escribió en 1911: "[...] tan elevada y alta fue "La Luz", que quien más la servía fue un ilustrado extranjero que no por servirla perdió su bien guardada neutralidad ni el grato recuerdo que dejaron en Colombia sus talentos y excelente literatura [...]".[8] Fue, además, gramático, crítico, y por encima de cualquier cosa, patriota al servicio de la nación cubana, y también del vecino país que le acogió, pues desde las páginas de La Estrella de Panamá, defendió los intereses de la nación colombiana en lo relativo al canal interoceánico. Tradujo en prosa el poema Evangelina del bardo estadounidense Henry Wadsworth Longfellow impreso en Bogotá en 1883 y en materia de crítica literaria destacaron ensayos suyos como Poesías de Juan Clemente Zenea, Estalagmitas del lenguaje, Bécquer y Heine y Los siete tratados de Montalvo.
Escribió, además, en otros periódicos de Barranquilla como El Estudio y El Promotor, en El Hispano-Americano, de Panamá y en Repertorio Colombiano, El Correo Nacional, La Patria, Revista Literaria. Dirigió La Nación, de Bogotá, entre 1886 y 1887. Realizó un análisis del programa político del presidente Núñez, llamado Paz, Tolerancia, Honradez, Trabajo. En 1886 editó sus Estudios Críticos, serie de trabajos consagrados a figuras y libros americanos y el folleto La Crisis económica en Colombia con el doctor Núñez como coautor. Cuatro años después, la Carta al señor don Juan Valera sobre asuntos americanos, en la que "[...] defendió[...] la tesis[...] de que en América habían existido varias civilizaciones, que no llegaron a su apogeo, pero que, tan incompletas como se quiera, o rudas o embrionarias, eran siempre civilizaciones; que la conquista, en vez de conservarnos lo que encontró, para facilitar el estudio de aquel pasado lleno de misterio, las dejó en devastación."[9]
Dicha carta al que por entonces era miembro de la Real Academia Española, causó incomprensión entre algunos patriotas exiliados en lo concerniente a los asuntos políticos, a raíz de lo que apareció el artículo Merchán y Valera, en El Porvenir de Nueva York. En contestación a tal documento, Merchán escribió: "Volviendo a la cuestión política, mi norma es acatar la voluntad de mi país: si el [...] partido autonomista se disuelve, no seré yo quien se esfuerce en reintegrarlo [...]. Si estalla otra revolución, mi corazón estará con ella, y volveré a combatir a los que entonces hablen de autonomía, como lo hice en 1870",[10] concluyendo que sólo distinguía para Cuba los caminos de la revolución, el retraimiento o la lucha legal, pues la "anexión sería [...] la abdicación de la raza."[11]
En junio, el poeta español Vicente Barrantes publicó su juicio favorable acerca de la obra de Martín González del Valle La poesía lírica en Cuba. Tales fueron las aseveraciones de Barrantes en el periódico España Moderna, apoyadas en el libro antedicho, que Merchán, aún desconociéndolo, contestó contundentemente con sus artículos El espinar cubano y la segur barrantina y De todo, en los que acusaba a España de frenar el desarrollo intelectual cubano y aducía la condición colonial como motivo de la "natural influencia" ejercida por la poesía hispana sobre la criolla, reconociendo el principal defecto de esta en "[...] el abuso del tono elegíaco y el patriotismo disimulado en temas alejados de nuestra realidad [...]",[12] al mismo tiempo que defendía a personalidades como Gertrudis Gómez de Avellaneda y José de la Luz y Caballero, objetos de los ataques de Barrantes.
Su labor como editor abarcó tres tomos de Folletines de La Luz, dos tomos de la Biblioteca de La Luz, un tomo de Mil anécdotas y diez tomos de Folletines de El Correo Nacional.[13] Un año antes del levantamiento independentista organizado por Martí, la misma imprenta La Luz dio a conocer sus Variedades. En las postrimerías del siglo se realizó una edición casi privada de sus versos en el libro Emociones, por los pocos ejemplares impresos y el deseo del mismo Merchán. Si estos no fueron su logro más feliz, al menos dejaron la huella poética sincera del amante de la libertad, del convencido admirador de Bolívar, de raigambre caribeña por sus dos patrias, que cantaba a "Los de Boyacá y Pichincha/ Soldados de faz adusta" en su poesía Cuba. 1826.
DE NUEVO AL COMBATE
Ahora bien, una vez que estalló la Guerra del 95, fungiendo como delegado del Partido Revolucionario Cubano en Colombia,[14] dio a conocer ensayos como Bandera Cubana, en El Correo Nacional, y Por Cuba, ¡Salve, Cuba! y Las simpatías por Cuba, en El Heraldo. De igual manera aparecieron otros en el ya mencionado El Correo Nacional, de Bogotá, entre el 29 de julio y el 27 de agosto de ese mismo año, que conformaron finalmente su libro Cuba, justificación de sus guerras de independencia. Merchán realizó una tarea de acopio de datos que bien pudiera calificarse de titánica. En el plano estadístico es, que nadie lo dude, digno de encomio, lo que acusa también un rasgo que le distinguió como periodista: el rigor del positivismo científico, la búsqueda incansable de la objetividad y la veracidad en la minuciosidad del detalle; amén del aspecto formal, del que no es objetivo hablar ni habría que hacerlo, al tratarse de uno de los mejores teóricos de la lengua en su tiempo.
La obra trata los problemas acuciantes del régimen colonial: el derecho del criollo a la participación en la política, el desgobierno y la corrupción administrativa, así como la incapacidad de la Corona para depurar dichas estructuras, la dependencia por parte de la economía de la metrópoli del mantenimiento del status colonial de Cuba, la inoperancia del sistema de Cortes, en lo que a la isla respecta y la arbitrariedad de sus decisiones en nada conscientes de la realidad cubana. Denuncia la hipocresía de España, al ofrecer el pacto en el Zanjón ante la ignorancia de su propio general Martínez Campos y de los cubanos, que sólo confería, realmente, la continuidad de un régimen despótico, tildándolo de burla. Analiza la situación de los autonomistas a los que acusó de haber "[...] cumplido todos sus deberes, menos el de saber morir [...]",[15] así como otros tópicos de igual importancia como La Deuda, Los Negros y los Extranjeros, El Comercio, Monedas y Bancos, El Régimen Municipal y el Provincial, entre otros.
Néstor Leonelo Carbonell recibió y vendió en Tampa los libros de Merchán que él mismo le enviaba con este fin, para así recaudar fondos para la Revolución. En otro artículo escrito por las fechas de la intervención norteamericana en la guerra, titulado Colombia y Cuba, se refirió a la actitud asumida por Colombia, que, sin apoyar directamente al campo insurrecto, sí permitió que se recogieran fondos y medicinas destinados a los heridos cubanos por lo que terminó agradeciendo el gesto colombiano en los versos de Al llegar a Colombia: "¡Gracias Colombia! Mi memoria nunca/ Olvidará que del confín remoto/ De la caucana orilla/ Volaron huracanes de guerreros/ A defender la libertad cubana." Abordó la intervención estadounidense en la guerra, interpretándola con ingenuidad o con un optimismo que no abandonó hasta que, desgraciadamente, perdió la razón, en los momentos finales de su vida. Su visión idílica de la intromisión yanqui lo hizo ver el hecho como un acto de buena fe, como la ayuda ofrecida por Francia a los propios Estados Unidos en sus luchas contra la dominación inglesa.
NUEVA POLÉMICA, EPÍLOGO TORMENTOSO
Una vez terminada la guerra, todavía en el hermano país sudamericano, fue electo Representante por Oriente a la Cámara que se reunió en Santa Cruz del Sur en 1899, pero por escasez de recursos se vio imposibilitado de asistir. El gobierno interventor le nombró para ocupar la Cátedra de Historia de América de la Universidad de La Habana, mas declinó tal proposición. No obstante, al ser electo Tomás Estrada Palma, éste le concedió el título de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en España y Francia. Merchán aceptó y desembarcó en Santiago de Cuba, en compañía de su hijo Augusto, Gonzalo de Quesada, Rafael Serra, entre otros, el 18 de octubre de 1902, ante el homenaje que le rindieron, en pleno, sus conciudadanos, como en el banquete ofrecido en el Club San Carlos. Visitó el terruño manzanillero encontrándose con Bartolomé Masó y, según Rogelio González Ricardo, "[...] Manzanillo extremó sus agasajos hacia el hijo esclarecido [...]".[16] Aunque circularon algunos comentarios que no se avenían con el tributo rendido por el pueblo en general, poniendo en tela de juicio su papel en la vida política colombiana y acusándolo de autonomista y por su aceptación de manera transitoria de la Enmienda Platt. Insinuaciones a las que respondió dignamente en una carta.
Si bien Merchán hubiera podido aceptar en una coyuntura determinada, y como él mismo lo manifiesta, la opción de la lucha legal, entiéndase como máximo logro de esta la autonomía, la raíz de esto podría verse en el contacto que sostiene en su primera estancia en Europa con José Antonio Saco, pues el proyecto que éste elaboró para la fracasada Junta de información, redundaba, prácticamente, en un régimen autonómico y si a esto sumamos la opinión de Saco con respecto a la guerra iniciada en La Demajagua, que consideraba una guerra de impacientes, bien pudiera haber tenido influencia directa en el manzanillero, toda vez que, a pesar de su profunda rebeldía contra el despotismo con que España regía los destinos cubanos, el fracaso de la primera contienda y de la Guerra Chiquita y la perspectiva de no tener noticias certeras sobre la labor desarrollada por Martí, manifiesto lo último en la carta a Valera, en 1890, el panorama se mostraba desalentador según su criterio, sembrando las simientes para un posible futuro autónomo. Sin embargo, una vez que salió de su ignorancia con respecto a la organización de la "Guerra Necesaria" y su estallido, volvió sobre sus pasos apoyando nuevamente la opción bélica y reconociendo, con madurez política, que esta era la única vía de romper el yugo opresor, al unirse al Partido Revolucionario Cubano.
Su actitud ante el apéndice constitucional de la Enmienda Platt fue recogida por él mismo en una hoja suelta tirada por la imprenta de La Luz, en mayo de 1901, una vez que, llegado hasta él el alegato de Juan Gualberto Gómez en contra de la misma, estimó conveniente tanto felicitar a su compatriota por su civismo, como mostrarle su opinión, que, si bien entendía desconocedora de la realidad y capacidad del pueblo de Cuba para gobernarse, a la vez era temerosa de lo que pudiera ocurrir si los cubanos seguían los pasos de las repúblicas americanas. Él creía, ya no tan sinceramente, o incluso, con precaución, en la actitud estadounidense, viéndola en aquel momento más bien como una cuestión de conveniencia política que pudiera revertirse en caso de verse lesionados los intereses nacionales: "[...] si llega el caso de que una o más potencias rompan hostilidades contra los Estados Unidos, no será un papel escrito lo que impedirá a Cuba aliarse con esas otras naciones, arrostrando las consecuencias [...]".[17] Éste último escrito sobre problemas de Cuba, es la demostración de que aparte de alguna que otra visión políticamente ingenua, o interpretable de manera conservadora, en un sentido global, su vida y obra estuvieron dedicadas al bienestar patrio, allí donde estuviera la solución a los sufrimientos del pueblo cubano, allí estaba, certera, la palabra crítica y progresista de este "embajador de la dignidad", que hizo de su existencia una misión en pos de la libertad de Cuba.
Tomó posesión de su cargo diplomático el 5 de noviembre, recibiendo entonces los respetos del Ministro residente de España en Cuba, en el banquete ofrecido en su honor en el Casino Español de La Habana. Inmediatamente partió hacia Europa, pero en el desempeño de sus funciones, alejado de sus dos terruños, Cuba y Colombia, calló enfermo. El doctor Cosme de la Torriente partió a sustituirlo, sorprendiéndole el mal estado de su salud y luego de visitar a galenos ingleses y franceses y de ingentes esfuerzos logró que se le asignaran los recursos para regresar a Bogotá. Murió en la finca de Boitá el 19 de marzo de 1905. Su sencillo sepelio finalizó con la exhumación en Sesquilé, provincia de Guatavita, del departamento de Cundinamarca.[18]
1 Delio Orozco González: "Rafael María Merchán Pérez", en: Enciclopedia Manzanillo 2007.
2 Rafael M. Merchán: Patria y Cultura, Publicaciones del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, La Habana, Cuba, 1948 p. 58.
3 Félix Lizaso: "Rafael María Merchán", prólogo en Rafael M. Merchán, Patria y Cultura, p. 14.
4 Ibíd., p. 10.
5 Delio Orozco González, Op. Cit.
6 Rafael M. Merchán: Op. Cit., p. 63.
7 Félix Lizaso: Op. Cit., p. 15.
8 Ibíd., p. 22.
9 Ibíd., p. 24.
10 Ibíd., pp. 28-29.
11 Ibíd., p. 28.
12 Jorge Luis Arcos et al.: Historia de la Literatura Cubana, Instituto de Literatura y Lingüística "José A. Portuondo", Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Tomo I, p. 439.
13 Tomado de "Rafael M. Merchán", en: http://www.lablaa.org/blaavirtual/bibliografias/bicol/bicol/bicol15.htm, extraído el 10 de mayo del 2007.
14 Delio Orozco González: Op. Cit.
15 Rafael M. Merchán: Cuba, justificación de sus guerras de independencia, Imprenta Nacional de Cuba, La Habana, 1961, p. 170.
16 Rogelio González Ricardo: Rafael María Merchán. Vida y obras, Imprenta Pérez y Portal, La Habana, 1957, p. 17.
17 Merchán: Patria..., p. 266.
18 Rogelio González Ricardo: Op. Cit., p. 19.
CARLOS ESCALA FERNÁNDEZ
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