miércoles, julio 16, 2003

Les presento el famoso artículo de Bertrand Russell en una traducción libre mía...


Por qué no soy cristiano.


Como deben haberles dicho, el tema que voy a tratar es “Por qué no soy cristiano.” Quizás sería bueno, antes que todo, tratar de aclarar lo que uno quiere decir con la palabra cristiano. En estos días mucha gente la usa con un sentido muy vago: una persona que intenta vivir una buena vida. En ese sentido supongo que debería haber cristianos en todos los credos y sectas; pero no creo que ese sea el sentido apropiado de la palabra, sólo porque eso implicaría que todos aquéllos que no son -cristianos _ los del Buddha, Confucio, Mahoma y demás _ no tratan de vivir una buena vida. Yo no considero a un cristiano como una persona que intenta vivir decentemente de acuerdo con sus ideales. Pienso que ha de definirse algo del credo antes de tener derecho a autoproclamarse cristiano. Hoy día la palabra no tiene de verdad el sentido puro que tenía en tiempos de Santo Tomás Aquino. En aquellos tiempos, cuando un hombre decía que era cristiano, se sabía bién lo que decía. Se aceptaba todo un conjunto de credos ensamblados con gran precisión, cuya más simple sílaba se creía con todas las fuerzas de la convicción.


¿Qué es un cristiano?


Hoy día no es relmante aquello. Tenemos que ser un poco más vagos en el significado. Creo que hay, sin embargo, dos aspectos diferentes que son esenciales de toda persona que se llama a sí misma cristiana. La primera es de naturaleza dogmática _ esto es, que debe creer en Dios y la inmortalidad. Si no, no es apropiadamente cristiano. Más todavía, como el nombre implica, debe creer de algún modo en Cristo. Los de Mahoma, por ejemplo, también creen en Dios y la inmortalidad, y no se llaman cristianos. Pienso que ha de creerse al menos que Cristo fué, si no divino, pues el mejor y más sabio de los hombres. Aunque sea eso hay que creer para autodenominarse cristiano. Por supuesto que existe otro punto de vista, en los libros de Geografía, donde la población del mundo la dividen entre cristianos, mahometanos, budistas, fetichistas, y demás; por lo que entonces todos nosotros somos cristianos. Los libros de Geografía nos consideran cristianos, pero eso es en el puro sentido geográfico, que podemos obviar. Por tanto, entiendo que si digo por qué no soy cristiano, tengo que explicar dos cosas distintas: primero, por qué no creo en Dios ni en la inmortalidad; y segundo, por qué no creo que Cristo haya sido el mejor y más sabio de los hombres, aunque ciertamente le concedo un alto grado de bondad moral.
No podría aceptar una definición tan elástica de Cristianismo como esa, sino atender a los modestos esfuerzos que hicieron con éxito los no creyentes del pasado. Tenía un sentido mucho más puro en tiempos pasados, como ya llevo dicho. Por ejemplo, incluía la creencia en el fuego eterno del infierno, que era asunto esencial del cristianismo hasta épocas recientes.


La existencia de Dios.


Viniendo al asunto de la existencia de Dios: ésta es una cuestión seria e importante, y si yo intentara tratarla de manera adecuada podría retenerlos aquí hasta el Advenimiento del Reino, así que tendrán que excusarme si lo trato de manera sumaria. Saben, desde luego, que la Iglesia Católica ha traído como dogma que la existencia de Dios puede ser probada por la razón solamente, dogma un poco curioso, pero su dogma al fin. Tuvieron que introducirlo porque los librepensadores acostumbraban a decir que había éstos y aquellos argumentos con los que la razón conspiraba en contra de la existencia de Dios, aunque por supuesto, sabían como artículo de fé que Dios sí existía. Desplegaron ampliamente sus argumentos y razones, por lo que la Iglesia Católica creyó necesario detenerlos. Por eso establecieron que la existencia de Dios sí puede ser probada sólo por la razón, con los argumentos que consideraron probatorios. Hay, desde luego, unos cuantos, pero escogeré sólo algunos.


Argumento de la Primera Causa.


Quizás el más simple y fácil de entender. (Propone que todo lo que vemos en este mundo tiene una causa, y si se retrocede en la cadena de causas más y más hasta llegar a la primera, ésta se llama Dios.) Ese argumento, supongo, no es de peso actualmente porque, en primer lugar, causa no es precisamente lo que era. Los filósofos y hombres de ciencia han continuado en esto de la causa, que ya no tiene nada de la vitalidad que tenía; pero, aparte de eso, se ve que el argumento de que debe haber una Primera Causa no puede tener ninguna validez. Puedo decir que cuando yo era joven y debatía seriamente estas cosas en mi mente, por mucho tiempo acepté el argumento de la Primera Causa, hasta que un día, a la edad de dieciocho años, leí algo en la autobiografía de John Stuart Mill: “Mi padre me enseñó que la pregunta ‘¿Quién me hizo?’ no tiene respuesta, ya que inmediatamente surge la pregunta ‘¿Quién hizo a Dios?’ ” Ese enunciado sencillo me mostró, lo que todavía creo, la falacia de este argumento de la Primera Causa. Si todo debe tener una causa, entonces Dios debe tener una. Si nada puede haber sin una causa, lo mismo ha de ser tanto con el mundo como con Dios, así que no puede haber ninguna validez en ese argumento. Es exactamente lo mismo que el punto de vista hindú respecto a que el mundo descansaba en un elefante que a su vez descansaba en una tortuga; cuando alguien decía, “¿Y la tortuga qué?” los hindúes decían “Mejor cambiemos de tema.” El argumento es el mismo. No hay razón para que el mundo no pueda haber nacido sin causa; ni, por otra parte, hay razón alguna para que no haya existido siempre. No hay razón siquiera para suponer que el mundo tuvo un comienzo. La idea de que las cosas deben tener un comienzo se debe realmente a nuestra pobreza de imaginación. Por eso quizás, no necesito malgastar más tiempo en este argumento.


Argumento de la Ley Natural.


Hay además el argumento muy común de la ley natural. Fue uno de los favoritos en el siglo dieciocho, especialmente por influencia de Sir Isaac Newton y su Cosmogonía. La gente miraba los planetas girando alrededor del sol de acuerdo con la Ley de Gravedad, y pensaban que Dios les había dado una orden de moverse de ese modo particular y por eso lo hacían. Eso era, desde luego una explicación simple y conveniente que les evitaba el problema de seguir especulando sobre la ley de gravedad. Hoy día explicamos la ley de gravedad de la manera algo complicada que presentó Einstein. No pretendo dar una conferencia sobre la ley de gravedad según interpretación de Einstein porque tomaría cierto tiempo; sin embargo, ya no se cuenta con aquel tipo de ley natural que teníamos en el sistema Newtoniano, en donde, por razones que nadie podía entender, la naturaleza se comportaba de modo uniforme. Ahora vemos que muchas cosas que considerábamos leyes naturales son realmente convenciones humanas. Sabemos que aún en las más remotas profundidades del espacio estelar una yarda tiene tres pies. No hay duda de que esto es un hecho, pero nadie se atrevería a llamarle ley natural. Y muchas otras cosas que han sido consideradas leyes de la Naturaleza son lo mismo. Por otro lado, hasta donde pueda llegarse en el conocimiento de lo que hacen los átomos, se verá que están sujetos a la ley mucho menos de lo que la gente piensa y que las leyes que se han desarrollado son promedios estadísticos de los que emergen de la probabilidad. Hay, como sabemos, una ley por la cual si uno tira los dados sacará doble seis aproximadamente una en treintiseis veces, y no tomamos eso como evidencia de que el tiro de los dados se regula por diseño; al contrario, si los doble seis salieran siempre debíamos pensar que había un diseño. Muchas de las leyes de la Naturaleza son de este tipo. Son promedios estadísticos salidos de las leyes de probabilidad; lo que hace que todo este asunto de la ley natural sea menos impresionante que al principio. Aparte de que representa un momento de la ciencia que puede cambiar mañana, la idea de que la ley natural sugiere un hacedor se debe a una confusión entre ley natural y humana. Las leyes humanas son órdenes que obligan a comportarse de cierta manera, que uno acepta o no; pero las leyes naturales describen cómo se comportan las cosas realmente, y siendo una simple descripción de lo que en efecto hacen, nadie puede argumentar que debe haber alguien que les ordenó hacerlo, porque aún suponiendo que lo hubo hay que afrontar la pregunta “¿Por qué Dios hizo precisamente esas leyes naturales y no otras?” Si la respuesta es que lo hizo simplemente porque le dió la gana y sin ninguna razón, entonces hay algo no sujeto a la ley, de ese modo el tren de la ley natural se para. Si alguien dice, como muchos teólogos ortodoxos, que en todas las leyes de Dios él tuvo una razón para hacer esas y no otras _ siendo la razón, por supuesto, crear el mejor de los universos, aunque uno no piense eso al verlo _ si hubo una razón para las leyes que Dios hizo, entonces el mismo Dios está sujeto a la ley, por tanto no hay ninguna ventaja en introducir a Dios como intermediario. Se tiene realmente una ley anterior a los decretos divinos y fuera de ellos, así que Dios no sirve a dichos propósitos porque no es el último legislador. En pocas palabras, este argumento de la ley natural ya no tiene nada de la fuerza que solía tener. Voy viajando en el tiempo en mi revisión de los argumentos utilizados para la existencia de Dios, cuyos caracteres cambian continuamente. Fueron al principio argumentos intelectuales de peso, que encarnaban ciertas falacias bien definidas. Al llegar a los tiempos modernos son menos respetables intelectualmente y mucho más tocados como por una vaguedad moralizadora.


Argumento del diseño.


La próxima parada en este proceso nos lleva al argumento del diseño. Todos saben de este argumento: todo en el mundo está hecho para que podamos vivir en él, y si el mundo fuera sólo un poco diferente, no podríamos vivir. Ese es el argumento del diseño. A veces toma una forma más bien curiosa; por ejemplo se argumenta que los conejos tienen la cola blanca para facilitar el dispararles. No sé cómo los conejos verían esto. El argumento en general es muy susceptible de parodiar. Se conoce lo que dijo Voltaire, que obviamente la nariz se diseñó para sujetar los lentes. Ya la diversidad de parodias es mucho menor de lo que era en el siglo dieciocho, porque desde los tiempos de Darwin comprendemos mucho mejor por qué los seres vivos se adaptan a su medio ambiente. No es que el ambiente se hiciera para adaptarse a ellos, sino que ellos se adaptaron, lo que es la base de la adaptación. No hay evidencia de diseño al respecto.
Cuando uno se detiene en este argumento del diseño, es algo impresionante que la gente pueda creer que este mundo, con todas las cosas que pasan, con todos sus defectos, deba de ser el mejor que la omnipotencia y omnisciencia hayan podido producir en millones de años. De verdad que yo no lo puedo creer. ¿Piensa usted que si le dieran omnipotmncia y omnisciencia y millones de años para perfeccionar el mundo, no pudiera usted presentar algo mejor que el Ku Klux Klan o el Fascismo? Aún más, al aceptar las leyes convencionales de la ciencia, ha de suponerse que la vida humana así como la vida en general en este paneta terminará al fin: ésta es una etapa en el proceso de transformación del sistema solar; en cierta etapa del proceso se dan ciertas condiciones de temperatura y otras que son propicias para el protoplasma, facilitando la vida para un corto tiempo de la vida del sistema solar. En la luna se ve aquello a lo que tiende la tierra _ algo muerto, frío e inhóspito.
Me dicen que ese punto de vista es deprimente, y muchos a veces dirán que si creyeran eso no podrían seguir viviendo. Pues, no lo crea. No tiene sentido. Nadie se preocupa demasiado por cosas que van a pasar de aquí a millones de años. Aunque crean que se preocupan, se están engañando. La preocupación será por algo más mundano, o quizás por una indigestión; pero nadie va a sufrir por pensar en cosas que pasarán en el mundo dentro de millones de años. Sin embargo, aunque es una perspectiva bastante oscura el concebir que la vida terminará, _ al menos eso podemos decir, aunque mirando bien lo que algunos hacen con sus vidas pienso que es casi un consuelo _ no es para tanto como sentirse fatal. Simplemente nos hace desviar la atención hacia otras cosas.


Argumentos morales para la existencia de Dios.


Ya hemos llegado a una etapa tal en la que hay que traer a colación la caída intelectual que los deístas han sufrido en su argumentación, vamos a lo que ellos llaman argumentos morales para la existencia de Dios. Se sabe, desde luego, que acostumbraba a haber en otros tiempos tres argumentos intelectuales para esto, que fueron desechados por Immanuel Kant en su Crítica de la Razón Pura; pero no bien los había desechado cuando ya estaba inventando otro nuevo, un argumento moral que lo convencía. Era él como muchos: en asuntos intelectuales, escéptico; pero en asuntos morales creía implícitamente en los axiomas de que se había embebido en el ragazo de su madre. Lo que ejemplifica aquello que enfatizan los sicoanalistas de la inmensa influencia que tienen sobre nosotros las primeras asociaciones en comparación con las últimas.
Kant, como dije, inventó un nuevo argumento moral para la existencia de Dios, que en distintas formas fue extremadamente popular en el siglo diecinueve. Tiene muchas formas. Una es decir que no habría bién ni mal si Dios no existiera. En este momento no me interesa si hay o no diferencia entre el mal y el bién: eso es otro asunto. Lo que me interesa es que, si usted está seguro de que sí hay diferencia, ahora la cosa es; ¿se debe a una orden de Dios o no? Si es por orden de Dios, entonces para el mismo Dios no hay diferencia entre mal y bién, y ya deja de tener significado la declaración de que Dios es bueno. Si usted dice, como los teólogos, que Dios es bueno, entonces debe decir que el mal y el bién tienen algún significado que es independiente de la orden de Dios, porque sus decretos son buenos y no malos, independientemente del mero hecho de que él los hizo. Tendrá que decir entonces que no sólo por Dios surgieron el mal y el bién, sino que son en su esencia lógicamente anteriores a Dios. Por supuesto, se pudiera decir si se quiere, que hubo una deidad superior que dió órdenes al Dios que hizo este mundo, o pudiera uno alinearse con muchos gnósticos _ que a veces pienso son plausibles _ en que ciertamente el mundo que conocemos fue hecho por el diablo en un momento en que Dios no miraba. Hay mucho que decir al respecto, y no preocupa refutarlo.


Argumento del Remedio a la Injusticia.


Hay también otro tipo de argumento moral muy curioso, que es éste: dicen que se requiere la existencia de Dios para traer justicia al mundo. En la parte de este universo que conocemos hay gran injusticia, donde muchas veces el bueno sufre y el perverso prospera y uno se queda perplejo; pero si se va a tener justicia en todo el universo habrá que suponer una vida futura donde se compense el balance de aquí en la tierra. Dicen que debe haber un Dios y un cielo y un infierno para que a fin de cuentas haya justicia. Es un argumento muy curioso. Si se enfocara el asunto desde un punto de vista científico se podría decir, “Después de todo, sólo conozco este mundo. Nada sé del resto del universo, pero hasta donde puede uno argumentar sobre probabilidades, uno diría que probablemente este mundo es una muestra típica, y si hay injusticia aquí hay probabilidades de que la haya también dondequiera.” Suponga que abre una cesta de naranjas y encuentra toda la parte superior podrida, usted no diría, “Las de abajo deben estar buenas para compensar el balance.” Usted diría, “Probablemente todas están malas” ; y eso es realmente lo que una persona científica razonará acerca del universo. Diría, “Encontramos aquí en este mundo mucha injusticia, y por lo que llevamos visto, eso es una razón para suponer que la justicia no es lo que gobierna el mundo; y por tanto, según va el mundo, brinda más bién un argumento moral contra Dios que a su favor.” Por supuesto, sé que el tipo de argumentos intelectuales de que he estado hablando no es lo que mueve a la gente a creer en Dios. No es por ningún argumento intelectual que la gente cree en Dios, sino porque les enseñaron eso desde la primera infancia. Esa es la razón fundamental. La razón secundaria más poderosa es el deseo de seguridad, un sentimiento de que hay un Gran Hermano que te cuida. Eso juega un papel muy importante en el deseo de la gente en creer en Dios.

El carácter de Cristo.


Quiero decir ahora unas pocas palabras sobre un tópico que a veces pienso no ha sido tratado lo suficiente por los racionalistas, que es la custión de si Cristo fue el más sabio y mejor hombre. Generalmente se da por sentado que todos creemos eso. Yo no. Pienso que hay muchos puntos en los que coincido con Cristo mucho más que los que profesan el cristianismo. No sé si pueda ir con él en todo, pero sí pudiera ir más profundamente. Recordarán que dijo, “No te opongas al mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda.” Eso no es un precepto nuevo, lo usaron Buddha y Lao-tse quinientos o seiscientos años antes que él, pero los cristianos no lo usan mucho que digamos. Muchos piensan que esto es sentido figurado.
Hay otro punto que considero excelente. Recordarán que Cristo dijo, “No juzgues, pues serás juzgado.” Ese principio no es muy popular en las cortes judiciales de los países cristianos. He conocido a muchos jueces cristianos que nunca pensaron que actuaban contra los principios cristianos en lo que hacían. También dijo Cristo, “Dale al que te pida, no huyas de él”. Este es bueno. Uno debe asumir que los políticos no siguen las enseñanzas de Cristo.
Otra máxima de Cristo que no es muy popular entre nuestros amigos cristianos es aquélla que dice, “Si quieres la perfección ve y vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres.” Eso es algo excelente, pero como digo, no se practica mucho. Todo muy bien, aunque difícil de cumplir. Yo no cumplo con eso, pero yo no soy cristiano.


Defectos en las enseñanzas de Cristo.


Después de concederle excelencia a estas máximas, llegamos a ciertos puntos a los cuales uno no puede conceder sabiduría ni bondad suprema a Cristo, según lo que se expone en los Evangelios; y aquí debo decir que no hablamos de la cuestón histórica, pues desde el punto de vista histórico es bastante dudosa la existencia de Cristo, y si existió nada se sabe de él. Este punto de vista es muy controversial y no lo trataremos. Me interesa Cristo tal como aparece en los evangelios, en cuyas narraciones hay cosas no muy sabias. Por ejemplo, él pensaba que su segundo advenimiento sería entre nubes gloriosas antes de que murieran los que a la sazón vivían, y hay muchos textos que lo prueban. Dice, por ejemplo, “No armonizarán las ciudades de Israel hasta que el hijo del hombre venga”. Y luego, “Hay algunos aquí que no probarán el sabor de la muerte hasta que el hijo del hombre venga a su reino”; y otras muchas situaciones en donde queda claro que él creía que volvería por segunda vez antes de que muchos vivos murieran. Esa fue la creencia de sus primeros seguidores y la base de una buena parte de su enseñanza moral . Cuando dijo, “No piensen en el futuro”, y cosas así, se debía en gran medida a sus ideas de una pronta segunda vuelta y la poca importancia de los asuntos mundanos. A propósito, he conocido a muchos cristianos que creían en la inminencia de un segundo advenimiento. Conocí a un predicador que intimidaba a su congregación diciéndole que la segunda vuelta era realmente inminente, pero se consolaban cuando lo veían sembrando árboles en su jardín. Los primeros cristianos sí que lo creían y se abstenían de cosas tales como sembrar árboles en los jardines. Al respecto, no fue tan sabio como otros, está claro.


El problema moral.


Y ahora los asuntos morales. Hay un serio defecto, para mí, en el carácter moral de Cristo; que creía en el infierno. No concibo que ninguna persona profundamente humana pueda creer en el castigo eterno. Ciertamente Cristo, como se pinta en los evangelios, creía en esto, y uno encuentra una y otra vez su furia rencorosa contra quienes no escuchaban sus prédicas y que de algún modo le restaban suprema excelencia. Por ejemplo, esa actitud no se encuentra en Sócrates, que era refinado y cortés hacia los que no querían escucharlo, lo que es, pienso yo, más digno de un maestro que la vía de la indignación. Probablemente todos recuerden las cosas que decía Sócrates cuando estaba muriendo, y en general las cosas que decía a los que no concordaban con él.
Se encontrará en los evangelios que Cristo dijo, “Serpientes, generación de vívoras, cómo podrán escapar de la condenación del infierno.” Eso se lo decía a los que no gustaban de sus prédicas. No me parece que sea el mejor tono y hay mucho de esto acerca del infierno. También están las palabras acerca del pecado contra el espíritu santo: “Aquél que hable en contra del espíritu santo, no será perdonado ni en este mundo ni en el que viene.” Esas palabras han causado un sufrimiento indecible en el mundo, porque gente de toda clase ha imaginado que ha cometido pecado contra el espíritu santo y ha pensado que no sería perdonado en ninguno de los dos mundos. Realmente, no creo que ninguna persona con un mínimo de bondad en su naturaleza habría impuesto ese terror en el mundo.
También dice Cristo, “El hijo del hombre enviará a sus ángeles, que sacarán de su reino las afrentas, a los inicuos, y los fundirá en un horno y habrá lamentos y crujir de dientes.” Y sigue con los lamentos y el crujir de dientes un versículo tras otro y se manifiesta al que lee un cierto placer en contemplar éstos. También ha de recordarse, lo de las ovejas y los machos cabríos; cómo en su segunda vuelta él los va a separar y va a decirles a los machos cabríos, “Lejos de mí, malditos, hacia el fuego eterno.” Y vuelve, “Si tu mano pecase, córtala; mejor vivir manco que ir al infierno con dos manos, al fuego que nunca se apaga y los gusanos que nunca mueren.” Eso lo repite una y otra vez. Debo decir que considero a todo esto del fuego infernal como castigo para el pecado como una doctrina que trajo la crueldad al mundo y dio al mundo generaciones de tortura; y el Cristo de los evangelios, tal como lo pintan sus cronistas, debería ser tomado como responsable de eso en parte.
Hay otras cosas menos importantes, por ejemplo la falta de bondad en poner al diablo en los puercos para que se despeñaran hacia el mar. El era omnipotente y podía simplemente haber espantado a los demonios, no haberlos dirigido a los cerdos. Además está la curiosa historia de la higuera, que para mí es un enigma. “El tenía hambre y al ver a lo lejos una higuera frondosa, se acercó a ver si por casualidad podía encontrar algo; pero sólo tenía hojas, pues no era la época del higo. Y Jesús dijo ‘Que nadie coma tu fruto jamás’ y dijo Pedro: ‘Maestro, la higuera que maldeciste se marchitó.” Una historia muy curiosa, porque no era época para higos y de verdad que no había que culpar al árbol. No veo que en materia de sabiduría o virtud Cristo esté al nivel de otras personas de la Historia. Creo que podría poner a Buddha y Sócrates por encima.


El Factor Emocional.


Como ya he dicho, no creo que el argumento sea la razón verdadera por la que la gente acepte la religión. La aceptan por una cuestión emocional. A veces le dicen a uno que es malo atacar la religión, que ésta hace al hombre virtuoso. Así me dicen; yo no lo he visto. Hay una sátira con ese tema en el libro Erwhon Revisited de Samuel Butler. En Erewhon hay un tal Higgs que llega a un país lejano y después de cierto tiempo se escapa en un balón. Veinte años más tarde regresa y encuentra una religión en la que él es adorado bajo el nombre de “El niño del Sol”, que se dice subió al cielo. La Fiesta de la Ascención va a celebrarse y escucha a los doctores Hanky y Panky decirse que nunca habían visto al hombre Higgs ni esperaban verlo; pero ellos son los sacerdotes supremos de la religión. El está indignado y les va a decir, “Voy a revelar toda esta farsa y contarle al pueblo de Erewhon que soy yo, el hombre Higgs; que subí en balón.” Y le advierten, “No debes hacer eso, porque toda la moral de este país se basa en ese mito y si llegan a saber que no ascendiste al cielo se volverán perversos”; persuadiéndolo de ese modo. El se marcha tranquilamente.
Esa es la idea _ que degradaremos moralmente si abandonamos la religión cristiana. A mí me parece más bien que los que han profesado el cristianismo han sido bastante perversos. Un hecho curioso es que, mientras más intensa ha sido la religión en cualquier período y más profunda la creencia dogmática, más grande la crueldad y peor el estado de cosas. En la llamada edad de la fé en que los hombres sí creían en la religión cristiana a plenitud, hubo Inquisición con sus torturas; hubo millones de infortunadas mujeres quemadas por brujas; y todo tipo de crueldad practicada por todo el mundo en nombre de la religión.
Si uno mira al mundo alrededor ve que el más mínimo progreso en el sentimiento humano; cada mejora en la legislación criminal; cada paso hacia la eliminación de guerras, mejor trato a razas de color, disminución de la esclavitud y progreso moral que hubo en el mundo ha tenido que enfrentar a las iglesias organizadas del mundo. Por eso digo, deliberadamente, que la religión cristiana, tal como se organiza en sus iglesias, ha sido y es todavía el principal enemigo del progreso moral en el mundo.


De Cómo las Iglesias Han Retardado El Progreso.


Se puede pensar que voy demasiado lejos cuando digo que todavía eso es así. No lo creo. Cosideremos un hecho. Me apoyarán cuando lo mencione. No es un hecho agradable, pero es que las iglesias lo obligan a uno a mencionar hechos desagradables. Supongamos que en este mundo en que vivimos hoy día una joven se casa con un hombre sifilítico; la Iglesia Católica diría, “Esto es un sacramento indisoluble. Deben permanecer en celibato o seguir juntos. Y si siguen juntos no deben utilizar métodos anticonceptivos para evitar el nacimiento de niños sifilíticos.” Sólo aquél cuyas simpatías naturales han sido torcidas por el dogma , o cuya naturaleza moral está muerta para todo sentimiento de sufrimiento puede mantener que es bueno que siga ese estado de cosas.
Eso es sólo un ejemplo. En el presente hay muchas vías por las cuales las iglesias, por su insistencia en lo que llaman moral, le causan sufrimiento innecesario e inmerecido a todo tipo de personas. Y desde luego, como sabemos, se opone mayormente al progreso y la prosperidad de muchas formas en que podría atenuarse el dolor en el mundo, porque ha acuñado el término moralidad dentro de un marco estrecho de reglas de conducta totalmente ajenas a la felicidad humana; y cuando alguien dice que hay que hacer esto o lo otro porque contribuye a la felicidad humana, ellos contestan que eso no viene al caso. “¿Qué tiene que ver la felicidad humana con la moral? El objeto de la moral no es hacer feliz a la gente.”



Terror, el Fundamento de la Religión.


Pienso que la religión se basa, sobre todo, en el miedo. Parte en el miedo a lo desconocido y parte la agradable sensación de que un hermano mayor te apoya en todos las tribulaciones. La verdadera base de todo esto es el miedo; a lo misterioso, a la derrota, a la muerte. El terror es el padre de la crueldad, por tanto es fácil ver que la crueldad y la religión siempre han ido de manos. Porque el terror es la base de ambas. En el mundo actual estamos empezando a comprender las cosas y un poco a dominarlas con ayuda de la ciencia, que se ha ido desplazando paso a paso contra la religión cristiana, las iglesias y todos los viejos preceptos. La ciencia puede ayudarnos a superar ese terror pánico en que ha vivido la humanidad por tantas generaciones. La ciencia y nuestro propio corazón nos pueden enseñar a no seguir buscando apoyos imaginarios alrededor, no seguir inventando aliados del cielo, sino a confiar en nuestro propio esfuerzo aquí abajo para transformar el mundo en un lugar habitable, en vez de lo que las iglesias de estos siglos han hecho.


Qué Debemos Hacer.


Pongamos firmes los pies en la tierra y miremos de frente al mundo _ las cosas buenas, las malas, las bellas, las feas; veámoslo como es y no nos amilanemos. Conquistemos al mundo por la inteligencia y no dejándonos subyugar servilmente por el miedo que nos causa. Todo el concepto de Dios deriva del despotismo ancestral del Oriente. No vale la pena para los hombres libres. Cuando se oye a la gente en la iglesia diciendo que son unos miserables pecadores, en su autodegradación se muestran abyectos y no parecen seres humanos que se respeten. Debemos ponernos de pié y mirar al mundo cara a cara. Debemos hacer al mundo lo mejor que podamos y si no logramos que sea tan bueno como queremos, de todos modos será mejor que el que ha hecho toda esta gente todos estos siglos. Un buen mundo necesita conocimiento, bondad y coraje; no necesita de una tendencia compungida al pasado ni de un encadenamiento del pensamiento libre a palabras expresadas largo tiempo atrás por hombres ignorantes. Un mundo bueno necesita una mirada desafiante y un pensamiento libre. Necesita esperanza en el futuro, sin aferrarse a un pasado muerto, que confiamos ha de ser superado por ese futuro que nuestra inteligencia ha de crear.

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