De la autoestima al olvido.
Allí donde la historia lo cubrió de gloria, se muere en el olvido mi terruño querido.
Quizás la envidia de sus hermanos no se hubiera ensañado en Manzanillo de Cuba si la patria madre no la tuviera en tan alta estima: cinco presidentes de la República en armas; escenario de la primera obra literaria de la nación; primer Grito de Independencia reconocido y segundo robado; refugio y abrigo de la Generación del Centenario y único vivero posible de la postura que cultivó el pueblo cubano durante casi cien años.
Crecí oyendo de mis mayores, loas a mi tierra; himnos, leyendas, cantos, tradiciones.
Hay un prontuario de dichos y hechos que sólo los manzanilleros tienen.
En la mística de la Historia hay las mismas ambivalencias de los opuestos que se observan en el Universo todo; Eros nos ha inundado desde y antes de la fundación de la entidad citadina, pero las fuerzas tánicas son tantas y tan grandes que no hay modo de vencerlas. nadie ha sido capaz de entender que mi tierra se merece un sitial más importante que el actual.
La siempre fiel ciudad del Golfo nunca fue tomada: ni por piratas, mambises, norteamericanos, rebeldes ni extrañas influencias. Somos graciosa pero tenazmente conservadores.
Quedaron en nuestras playas las primeras letras de una batalla heroica que dejó roto el espejo de paciencia de los naturales por no ceder al invasor.
Hay himno y bandera de Manzanillo que sólo por fortuna debieron haber cedido a los de Bayamo. Perucho fue a ver al Padre de la Patria a su tierra adoptiva para cambiar sus planes de alzamiento, pero éste no le prometió nada. Más bien los adelantó. Al final la mediocridad lo clavó en la cruz; entre regionalismos y civilismos los ilustradísimos legisladores que protegían a su patria de la dictadura antes de tener patria segura cometieron el crimen histórico de deponerlo y dejarlo inerme en San Lorenzo.
No se reconoce al grito de Bayate como coronación de la llama que mantuvo viva el independentista Masó, sino el de Baire, donde los autonomistas hermanos Lora pidieron migajas de una España revuelta.
Martinillo no es una figura histórica que se conozca fuera de las leyendas de intramuros.
No se divulga a gritos que Masó rechazó el patrocinio del gobernador militar americano a su candidatura presidencial contra “el negrito ése”: Juan Gualberto Gómez.
Hoy dia Manzanillo, para la historia oficial, no es siquiera el pebetero eterno desde La Demajagua. Como hábil trapero el escribano oficialista ha dispuesto la rebeldía de un pueblo en arreglo a las caprichosas apariciones en escena de Celia Sánchez.
No es de todos conocido el hecho de que sólo Manzanillo pudo haber recibido y preservado a los expedicionarios del Granma. Cualquier otro destino hubiera sido nefasto. Hoy dia se tejen leyendas alrededor de actividades revolucionarias en muchas ciudades, que pintan un cuadro hipotético de rechazo a la seudo-república que no se ajusta a la verdad. La revolución de Enero triunfó en los límites históricos de Manzanillo y zonas aledañas: cuando Fidel envió las columnas invasoras al Occidente, ya la tiranía de Batista estaba herida de muerte.
Se dice que Manzanillo tuvo que hacerse de su propia cultura por la lejanía de la capital. Esto puede ser cierto para una cultura propia y no una simplemente tributaria.
La cultura cubana ha sido confundida con la cultura habanera, error en el cual ha incurrido casi todo el pueblo cubano. Es lo que puede llamarse una cultura tributaria. No es el caso de España; allí hay un mosaico de todos los atributos y por eso es tan grande.
La Habana fue un punto de paso. Fue bautizada por el esnob. El único modo de entender el problema es enfocándolo desapasionadamente.
A los círculos literarios habaneros poco les importó que hubiera un grupo literario Manzanillo con una revista Orto. Ni que Carlo Borbolla investigara el Son y lo tradujera a las técnicas europeas que a la sazón imperaban en La Habana. Ni que Sindo Garay regresara triste a Santiago diciendo adiós a La Habana. O que Gonzalo Roig expresara que la sociedad habanera siempre consideró un delito cantar una canción…..cubana.
Los personajes legendarios habaneros tienen algo en común; son forasteros. Por la capital pasaron Alberto Socarrás, que puso a la flauta en la cima de la música afrocubana y hizo el primer solo de este instrumento en jazz. También Anselmo Sacasas, que marcó la interpretación del piano en la música popular. Le siguió Julio Gutierrez los pasos. Los tres debieron seguir camino al norte. De haberse quedado en La Habana, hubieran seguido el camino de tantos otros parias.
Todos los caminos llevan a Roma. Es innegable la influencia de las capitales en los países. Pero las características de La Habana han demostrado que debía ser la ciudad más importante de Cuba, pero su capital Santiago.
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