Memorias de la pantalla o El silencio aparente.
Por: Ramón Leonardo Cabrera Figueredo.
Antes de despedirme del conocido critico de cine Carlos Galiano en su despacho del ICAIC y tomar la calle veintitrés del vedado para perderme en la Rampa capitalina, quedó en mi una especie de curiosidad por la cantidad de temas abordados en aquella nuestra primera entrevista, todos los asuntos tratados tenían relación con nuestra matria: Manzanillo, mas uno de ellos resultó fascinante; los nacidos aquí que han llegado a desarrollar una intensa e interesante vida en los audiovisuales del país contribuyendo al desarrollo de nuestra cultura nacional desde lo local hasta lo más puramente universal, sobre todo en el cine y la televisión; después fui tanteando lo que era perceptible desde mi perspectiva, no solamente eran ellos, sino también el nombre de la ciudad que a través de ellos se hacia tangible y visible en nuestros medios nacionales.
Comencé a saborear la posibilidad de escribir sobre Manzanillo o los manzanilleros y el cine cubano o los audiovisuales, pero definitivamente pudo más la pereza y el asunto paso al cajón de los recuerdo. Fue Delio Orozco quien, con su insistencia obsesiva en asuntos de historias documentadas, cayó sobre mí como un ángel exterminador hasta hacerme estimar que de “no hacerlo”, el asunto se convertiría en una cuestión de honor entre nosotros y convencido de su buen proceder, me dispongo a compartir con Uds. este tema que no es mío sino nuestro.
Antiquísimas historias corren sobre el volumen cultural y artístico de nuestra noble ciudad, lluvias de tintas se han escrito sobre nuestros intelectuales y artistas en todas las disciplinas, que llevaron sublimemente el nombre de este legendario lugar descubierto y hallado en sus propias obras hasta el pueblo de Cuba y buena parte del mundo, lo curioso es que se desconoce el aporte, también, en el terreno cinematográfico.
Enrique Santiesteban quizás sea, de los actores, el más conocido en nuestro país, por sus apariciones en programas de la televisión particularmente San Nicolás del Peladero, qué no sé porque razón, se me antoja ahora el Manzanillo que yo no viví, el de la república; este actor magnífico por añadidura, fue el primero que después de 1959 apareció en una película producida por el entonces joven instituto de cine cubano, nada menos que bajo la batuta de uno de los más grande realizadores revolucionarios del nuevo cine latinoamericano: Tomás Gutiérrez Alea, en su memorable comedia Las doce sillas; aún más curioso resulta saber que el nombre de Manzanillo ya estaba escrito en la primera producción cubana de ficción realizada por el ICAIC en el 59, Historias de la Revolución con el primer cuento: El Rebelde, del propio Titón. Más adelante el autor de Memorias del subdesarrollo, vuelve a la carga con un largometraje, quizás de los pocos salvables del mal llamado quinquenio gris -prefiero llamar decenio-, Los sobrevivientes, un verdadero homenaje a Luis Buñuel, donde el director decide volver a trabajar con el manzanillero Enrique Santiesteban en un protagónico que hizo historia: aquel patriarca que decide aislarse del mundo ante los cambios que produce la revolución, anécdota realmente encantadora.
Otro entre los manzanilleros inscriptos en la historia del cine nacional es el sexagenario Dr. Miguel Benavides Chávez, interesante figura de la cultura nacional que tuvo la ventura de trabajar con los fabulosos Humberto Solás y Manuel Octavio Gómez en títulos tan debatibles como: Un día de noviembre, Cecilia, o la primera película musical cubana, Patakín, Miguel Benavides, además, ha actuado en varias coproducciones con España que lamentablemente no se han visto en el oriente del país, el mismo actor obtuvo un flamante premio a la mejor actuación masculina en el festival de cine de Moscú por su desenvolvimiento en la cinta El otro Francisco, recreación cinematográfica de la realidad del negro esclavo en la Cuba colonial. Este artista también labora mucho tiempo en la televisión nacional, donde participó en numerosas series dramáticas que le dieron un vuelo importante en el gremio allá por los años ochenta y noventa de la pasada centuria.
En la década mas auténtica que conoció la cinematografía nacional, un originario nuestro prendió la mecha de lo que fue después la polémica mas enconada sobre el cine y su función social, sobre el cine y su función artística, política e ideoestética: Blás Roca Calderío, quien abrió una discusión interesante a la luz del tiempo transcurrido, desde entonces, que todavía hoy requiere de un análisis pausado sobre ese mismo tema tan actual, vigente y recurrente; este debate se establecía entre dos revolucionarios, entre dos personalidades de nuestra sociedad emergente del proceso insurreccional, el presidente, entonces del ICAIC: Alfredo Guevara y Blas Roca, redactor por aquel tiempo de la columna “Aclaraciones” del periódico Hoy, desde donde se estableció el cine debate mas agudo, público y controversial que registran nuestras publicaciones periódicas. Veintitrés notas intercambiadas y no todas publicadas, fueron el saldo de estas opiniones ciertamente encontradas en muchas aristas* En los años sesenta, el experimentado director del noticiero ICAIC latinoamericano y posteriormente devenido en uno de los paradigmas de la escuela documentalistica cubana, Santiago Álvarez, realiza un documental intenso e inmenso, recogiendo en él, las dramáticas consecuencias del ciclón Flora a su paso por el territorio de la antigua provincia de Oriente, en ese mismo material fílmico se muestra la construcción de la Ciudad Pesquera de Manzanillo y la tarea de pesca en el Golfo del Guacanayabo realizada por nuestros pescadores, estas escenas fueron tomadas para Santiago Álvarez por un camarógrafo manzanillero que pude conocer en mis días de estudio en el ISA y que hoy se dedica a la docencia en esa filial, Luis E. Tolosa, quedando así registrado para la historia una porción de aquella realidad; con esto, el maestro del documental cubano explicó como se encontraba la extensa llanura del Cauto antes de que ese fenómeno meteorológico penetrara en tierra y coloca la imagen de esta ciudad marina en el centro mismo de uno de los mejores documentales cubanos: Ciclón.
Amor vertical, de Arturo Sotto, es una cinta cubana que asume a Manzanillo desde la lejanía o desde la mera cita, pues en su oficioso discurso toma en tres ocasiones el pretexto del lugar para descubrirnos, con una óptica satírica, en tres pequeñas secuencias: una, donde el tren nuestro y de Bayamo arriba a la estación central de ferrocarriles de la Habana lugar donde comienzan a bajar vacas y personas con grandes cajas de cartón desde sus vagones o coches; otra, en la cual la actriz Paula Alí, bajo un puente en el río Almendares, comenta: “A Manzanillo no vuelvo más, tú resuelves ese problema, porque aunque yo tenga que vivir bajo un puente, a Manzanillo no vuelvo mas [...]” o en aquel otro segmento del filme donde la actriz antes mencionada, replica a los doctores que tienen que ver con su problema: “¡Yo no he venido en tren desde Manzanillo para escuchar una cosa así!”, Lo que el lector quizás no sepa es que el realizador de esta película basa sus esquemáticos parlamentos en las expresiones de tíos y abuelos suyos quienes vivieron mucho tiempo en la ciudad, entonces el referente proviene de manzanilleros que recalaron posteriormente en la capital, según alguien me estuvo comentando algún lejano día.
Otro que ha dedicado buena parte de su tiempo y talento a escribirle a la ciudad es Arturo Arango; quien, recopila en un pequeño libro varios cuentos de Manzanillo o sobre Manzanillo en un volumen titulado La Habana Elegante; lo importante es que este narrador manzanillero pudo agenciárselas para derivar uno de aquellos cuentos en guión cinematográfico: Lista de Espera, que el director de cine Juan Carlos Tabío más tarde llevara a la pantalla con título idéntico. El cuento narra las peripecias de un grupo de pasajeros en la terminal nacional de ómnibus interprovinciales que pretenden en medio de la ausencia de transporte trasladarse al interior. Según me cuenta Arturo, nunca se pudo filmar en aquella locación por razones prácticas y de producción, pero la esencia de buena parte del conflicto general tenía mucha relación con ese viaje desde la Habana hasta Manzanillo que él había experimentado alguna vez en su vida, incluso me cuenta el propio Arango, que el tenía previsto salir en pantalla como suerte de pasajero o figurante que bajaba del ómnibus en el lugar que finalmente fue seleccionado para la locación, pero no pudo ser porque en aquel momento estuvo ocupado en otras cosas. Lo significativo es que Arturo Arango entra al mundo del guión cinematográfico realizado o producido definitivamente con un tema relacionado con su ciudad natal y por derecho propio, invade el cine desde la literatura para asumirlo por muy buen tiempo teniendo en cuenta que repite la formula Arango-Tabío en otra producción de cine llamada Aunque este lejos, amén de las ocasiones que ha estado como oponente en la competencia de guiones del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en la Habana o como jurado en esta misma categoría, lo cierto es que Arturo es también nuestro, lo dicen sus visitas, y se mantiene dentro de la “jugada”.
Carlos Galiano conserva por más de treinta años un espacio de orientación cinematográfico fundado por el ICAIC en la TV: Historia del Cine, otro coterráneo que desde entonces vemos en nuestras pantallas, por eso lo interesante de su conversación sobre cine y sobre Manzanillo.
En el proceso de filmación de: La tercera versión de la ciudad, documental que entrelaza el arte, la cultura y el hábitat nuestro; descubrimos muchos detalles inherentes al tema que nos indican una activa y espontánea integración de creadores al mundo de las imágenes y los sonidos desde el propio proceso creador hasta la critica especializada, proceso indetenible que sólo será renovado por una aptitud ante la vida, lo cual queda demostrado por todos los que siendo oriundos de esta ciudad y sin los recursos a su alcance ha sabido cruzar el umbral de lo imposible.
A partir de finales de los años setenta del siglo XX, Manzanillo promovió varios grupos de creación cinematográfica y de video en la ciudad. Recuerdo perfectamente bien las figuras de Wilfredo Aguilera, José Luis García Barbán, Humberto Matos, Eusebio Merladet, Benito Joaquín Milanés, Luis Alberto Zayas, Luis Mario Buduen, este último que supo realizar dibujos animados que deslumbraron a buena parte del país y que sólo eran realizados en Manzanillo, o Amado de la Rosa que trabaja hoy en el diario Juventud Rebelde, promotor insistente de este primer grupo que se auto nombró CLUBCIGRANMA. Existe un extenso inventario de documentales y dibujos animados realizados en la época sobre soporte de celuloide o película cinematográfica de 8 ó 16 mm, formatos muy utilizados entonces, y que fueron cesanteados por las nuevas tecnologías del video, de la informática y las comunicaciones. Todo esto ocurría en momentos en que en la provincia Granma no existían, incluso, corresponsalías o telecentros, lo que dobla el mérito de lo realizado desde Manzanillo y apreciado en el ámbito nacional e internacional; cuenta lo dan los numerosos premios recibidos en las diferentes categorías y competencias en las que se participó.
Los revelados de negativos-positivos se hacían en La Vuelta del Caño, donde se velaron cientos de pies de películas filmadas en la ciudad que la mayor parte de las veces registraban el palpitar político, económico, social y artístico cultural de nuestro enclave.
Bajo la sombra de la Asociación Hermanos Saiz nació y creció un grupo con el nombre FORMU FILMS, que floreció allá por el año 1983 y su gestión se extendió hasta 1988, momento en el cual se fragmentó y se desintegró asumiendo la sección de Radio Cine y TV de la AHS a muchos de estos compañeros que logramos realizar cuatro trabajos en Cine: un corto de ficción Desembarco, que tocaba el tema de la lucha contra bandidos e infiltrados y tres documentales sobre patrimonios locales: Y los monumentos se hicieron nuestros... que a modo de serie sobre el tema pretendió resaltar los valores históricos de sitios importantes de nuestra nación. En video se realizaron también cuatro documentales, Turismo en la cuna del son, Glosas, Amanecer de futuro y La computación en la comunidad, por solo comentar alguna, conviene decir que en Glosas nos ocupamos Dionisio Ponce, Pedro Rivero (hijo), el entonces grupo “Convergencia” y Julio Sánchez Chang; era un sencillo Homenaje a José Martí en un aniversario de su natalicio; Julio escribió los textos de una glosa a un poema de Martí, Pedro Rivero los musicalizó y montó con el grupo y finalmente nosotros filmamos y editamos aquella proeza compartida, o el documental Amanecer de Futuro, que resultó ser el único premiado en la única edición de los Premios de la Ciudad dedicado a cine en 1990.
Esa historia que a partir de entonces no terminó jamás, se vio menguada por el advenimiento de un período de crisis económicas que no dejaba producir el sueño tantas veces acariciados por jóvenes y viejos realizadores. Se paralizó toda la creación y comenzaron momentos de estudios y reflexión.
En el 2001, se realizó el documental La tercera Versión de la Ciudad, trabajo que compartí con Eduardo Bertot Vieito y que resultó ser el Gran Premio Nacional del Festival de Invierno. En el 2003 volvimos a rodar, en esta ocasión el primer corto de ficción en video que se hacía en Manzanillo: El socio.
Durante todos estos años, de cierta manera, he sido testigo de oficio y protagonista junto a un grupo de compañeros en cada uno de los proyectos de realización audiovisual en la ciudad y también responsable, como promotor de la cultura artística de un sin número de eventos regionales o nacionales y por tal razón no he perdido la confianza en que cualquiera, con los conocimientos y la experiencia pueda burlar ese momento nefasto de la rutina y la mediocridad, mas bien no pienso que sea un problema de ciudades o fatalismos geográficos. Es cuestión de “Ser o no Ser”. Es un problema de opiniones.
*Véase “Indice de una polémica (con Blas Roca) dossier incompleto” en: Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, La Habana 1998 o la revista “Cine Cubano” No 140. Edición por el 40 Aniversario de la fundación del ICAIC.
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