El día de hoy es importante no porque en 1789 se tomara la Bastilla en un corto tiempo sino porque se demostró que podía rodar la cabeza de un soberano en la guillotina justiciera.
Ya Thomas Payne había inspirado a la revolución del 76 en la idea de que Dios no pone a ningún soberano por sobre nuestras cabezas.
Después los mismos reaccionarios pescando en río revuelto acuñaron la frase "las revoluciones devoran a sus propios hijos". ¿Y qué?
La necesidad de las revoluciones es dialéctica. Luego del huracán se renueva la fauna y la flora de las costas marinas fangosas. Rechazar las revoluciones porque después te devoran es ilógico porque no tienen un destinatario. No surgen para beneficiar a ninguna clase en específico sino que pueden ser de provecho para cualquiera.
Si se pudiera matar al rico sin matar la riqueza, no serían necesarias. Pero el rico se aferra al status quo de modo tal que nadie lo convence de sustituír la fuerza esclava por la caldera de vapor.
Si la guillotina no hubiera caído sobre nobles cabezas, muy diferente hubiera sido el destino de la humanidad.
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