martes, agosto 28, 2012

Cólera en Manzanillo de Cuba. Parte II


Delio G. Orozco González.
Historiador de Manzanillo.

El lugar. Avisos y advertencias.
A partir del 11 de julio de 1792 y a orillas del Golfo de Guacanayabo, comienza el proceso
fundacional del Manzanillo de Cuba (14); en 1809 adquiere la condición de partido, en 1833 el
Rey de España le otorga el título de villa y en 1869 gana la gracia de ciudad. Su condición de
urbe marinera y las características de la economía cubana hicieron de ella la ciudad más
importante de los territorios de la actual provincia Granma y una de las más significativas del
país: sus contribuciones a la historia, la cultura y la política nacional, especialmente al triunfo de
la Revolución Cubana, así lo rubrican:
Me he reunido en numerosa ocasiones con la multitud; pero sin embargo, me
faltaba un pueblo, me faltaba una multitud, me faltaba un lugar al que había
tardado ya mucho en venir. Me faltaba un pueblo que, puede asegurarse es el
que más vinculado ha estado con la Sierra Maestra. Me faltaba el pueblo que,
durante el primer año de guerra fue prácticamente el primer abastecedor. Me
faltaba el pueblo que nunca falló en ningún momento; que estaba presente en
todas las huelgas. El pueblo que se lanzó a la calle el primero de agosto y
mantuvo la huelga durante una semana; el pueblo que se lanzó a la huelga del 9
de abril y mantuvo la huelga durante numerosos días. El pueblo del cual
nosotros estábamos seguros, porque cuando se trataba de huelgas, cuando se
trataba de luchas, nosotros siempre contábamos que Manzanillo estaría
presente. La dictadura también contaba con Manzanillo; y por algo en pocos
pueblos como en Manzanillo se ensañó tanto el terror; en pocos pueblos como
Manzanillo, se cebó tanto el crimen y fueron tan atroces y tan bárbaras la
opresión. Manzanillo tuvo fe cuando nadie creía. Tuvo fe cuando éramos doce
y diez y ocho al igual que cuando posteriormente fuimos centenares de
combatientes.
[....]
Cuba entera debe estar agradecida de Manzanillo porque de Manzanillo salieron
los primeros dineros para la Revolución, los primeros víveres, las primeras
hamacas, los primeros zapatos, las primeras frazadas, las primeras medicinas y
los primeros voluntarios...(15)
Estas eran las palabras de Fidel Castro, el 4 de febrero de 1959, al pueblo de Manzanillo; sin
embargo, la División Político Administrativa de 1976 convierte la ciudad en emplazamiento
humano de segundo orden; mientras, la construcción de algunas industrias y la creación de
infraestructuras hospitalarias y educativas no pueden impedir el retroceso y el deterioro citadino
que corroe la urbe en las dos últimas décadas del siglo XX haciéndola altamente vulnerable. La
condición de municipio, al cual se le han enajenado estructuras administrativas, capital humano,
capacidades productivas y cercenado autonomía para gerenciar su desarrollo y necesidades es, en
gran medida, el origen del actual estado de cosas.
Manzanillo tiene una extensión territorial de 499.6 Km.2, ocupando el 6.0 % de la superficie de la
provincia, el décimo lugar entre los municipios pero el segundo en importancia. Limita al Norte
con el Golfo de Guacanayabo, al Sur con los municipios Bartolomé Masó y Campechuela, al
Este con los municipios Yara y Bartolomé Masó y al Oeste con el Golfo de Guacanayabo y el
municipio Campechuela.(16) Su territorio es llano con predominio de pendientes entre 0.1% y

2%, en el 90% de su extensión, posee una llanura débilmente diseccionada en la franja pre
costera y pre cordillera norte de la Sierra Maestra con pendientes mayores del 2% y 10% que
origina que las aguas superficiales drenen hacia el centro del territorio y escurran en dirección
noreste hacia el golfo de Guacanayabo.(17) Por su superficie corren, en sentido noroeste, los ríos
Guabeje y Jibacoa, afluentes del Guá que sirve de límite natural en su parte baja por el oeste con
el municipio.(18)
En los 16 Consejos Populares en que se estructura el municipio, habitan 131.553 habitantes, de
ellos 65.621 hombres y 65.923 mujeres. En la zona urbana viven 105.967 personas mientras que
en la rural sólo lo hacen 25.586. La densidad poblacional alcanza la cota de 263,3 Hab/Km2.(19)
Algunas precisiones sobre el medio ambiente son necesarios para seguir adelante. Por ejemplo,
se llama «Carga Contaminante» a la cantidad de contaminante que se encuentra en los diferentes
medios (suelos, agua, atmósfera), o que es liberada a los mismos en una unidad de tiempo. Del
2004 al 2006, la carga contaminante vertida o dispuesta en los medios siempre fue mayor que la
eliminada; en 2007 la carga eliminada fue mayor que la vertida pero siempre quedó la deuda de
años anteriores. Para el 2008, 2009 y 2010 no existen estadísticas en este sentido(20); empero,
continuó la polución y a niveles que pueden y de hecho son drámaticos; por cuanto, si asustaba
ver como desde la Facultad de Ciencias Médicas, en más de una ocasión, a semejanza de verde
riachuelo descendían circunvalación abajo los desechos líquidos de la misma, espanto nos debe
causar el hecho incalificable de que tanto el Hospital Clínico Quirúrgico «Celia Sánchez
Manduley» como el pediátrico «Hermanos Cordové» vierten sus detritus al mar, un mar que
abraza la ciudad, es fuente de alimentos y sitio de esparcimiento para algunos niños.
Y no es por maldad que se vierta; sino, porque desde hace buen tiempo, en el caso del hospital
Celia Sánchez Manduley, los tanques sépticos están rotos y la laguna de oxidación inservible y si
unos han mostrado preocupación por el asunto, otros han ignorado una situación que puede llegar
a ser mortífera. El vertimiento continúa(21) y no solo por los centros hospitalarios.
Cuando se levanta el censo de 1953, en el término municipal de Manzanillo se contabilizaban
17115 viviendas, 9558 en la zona urbana y 7557 en la rural, mas, en esas cifras no está lo trágico,
sino, en que 9568 (56%) hogares poseían letrinas y 3836 ( 22%) no tenían inodoro ni letrina, por
tanto, el fecalismo era al aire libre; solo 3711 (21%) de las viviendas poseían servicios sanitarios.
Más de medio siglo después, en 2009, las cifras se han modificado para bien; no obstante, el
92,5% de la población tanto urbana como rural (121.716 habitantes) depende de fosas y letrinas
para deponer sus excretas(22) y esto por una causa básica: no existe un sistema de alcantarillado;
además, y algo que para nosotros resulta increíble, más de 441 familias en el municipio,
principalmente en barrios periféricos, practican fecalismo al aire libre.(23)
A finales de la década de los 70, Caridad Pantoja Márquez, diputada a la Asamblea Nacional del
Poder Popular, en cumplimiento de un mandato de la Asamblea Municipal del Poder Popular en
la ciudad, presentó al máximo órgano de poder del país la solicitud de la construcción de un
alcantarillado y un nuevo acueducto; ofrecía, como elementos que justificaban su pedimento, un
estudio realizado por la Dirección de Higiene y Epidemiología en el territorio que demostraba la
contaminación del manto freático por los abundantes salideros y la falta de un alcantarillado. En
el encuentro, Fidel Castro reconoció haberse ocupado personalmente del asunto y ofreció ante el
plenario cifras de áridos, acero, motoniveladoras y camiones que habían sido destinados con tal

fin. Tiempo después, una comisión de alto nivel llegó a la ciudad para analizar la solicitud de la
diputada concluyendo que era justificada, además de aprobar la construcción del alcantarillado y
el acueducto como obras nominalizadas(24); sin embargo, todo quedó en la aprobación y hasta
hoy no se sabe el uso dado a los recursos que previamente habían sido entregados.
Con fecha 4 de diciembre de 2005 escribí a Fidel Castro Ruz, a la sazón presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, una epístola que define una realidad
y explicitaba pestilentes amarguras:
«La gota no horada por su fuerza, sino, por su persistencia», reza el viejo
refrán, por ello, le envío de nuevo la carta que en dos ocasiones he remitido a
Ud. De hecho, creo que en alguna medida ha tenido conocimiento de ella, pues,
sus reiteradas menciones a la ciudad me hacen presumir pudo Ud. leer la
epístola o tener nociones de la misma; a pesar de ello, el «karma» de la
condición municipal nos sigue persiguiendo y soy un absoluto convencido de
que mientras no alcancemos independencia administrativa seguiremos -a pesar
de esfuerzos y decisiones pro Manzanillo en los cuales su intervención resulta
perceptible-, adoleciendo de las cuitas producidas por los efectos naturales,
también insoportables, de estar sometidos a una regencia provincial que por
mucho que intente equilibrar el desarrollo de las dos ciudades (Bayamo y
Manzanillo), verá siempre frustrada sus intenciones, en tanto, el hombre (los
dirigentes y cuadros lo son), piensa como vive, no vive como piensa y extraños
como los montes son los hombres que miran y obran con entrañas de
humanidad.
...
En otro orden de cosas, resultaría tragicómico a no ser por su contenido
escatológico, el hecho de tener que esperar el desbordamiento de 10 o más
fosas en Manzanillo, para que el carro destinado a su vaciamiento venga de
Bayamo a realizar el trabajo, pues hay uno solo en la provincia y radica en la
capital [...]
Las colas para coger los turnos, las idas y venidas para contactar con los responsables, que si la
gasolina, que si la ruta; en fin, disímiles circunstancias dilataban la limpieza de las fosas y
provocaban en los pobladores una situación de notable estrés. A esto se añade que durante cierto
tiempo, en esquinas y calles bastante céntricas, brotaban como manantiales aguas pestilentes que,
si bien es cierto eran atajadas de cuando en cuando, volvían -como el ave fénix-a resurgir, ya sea
por el mal trabajo realizado o porque el origen del vertimiento no era eliminado y como si todo
esto fuese poco, la evacuación directa de fosas al contén, como aquella que durante años lo hizo
en la calle Maceo entre Mártires de Viet-Nam y Luz Caballero, a cuadra y media de la plaza
principal de la ciudad.
En 2008 formé parte de un equipo que elaboró una iniciativa titulada: «Propuesta para el
desarrollo integral de Manzanillo y la región del Guacanayabo, incluidos los municipios de Yara
y Bartolomé Masó a partir de la multiplicación provincial. Razones y sentimientos»; a pesar de
los esfuerzos de la máxima autoridad política del municipio por deslegitimar el proyecto,
conseguimos la adhesión de 633 coterráneos y entregamos copia del documento en el Consejo de
Estado, la Asamblea Nacional y la oficina del comandante Guillermo García. En el acápite
titulado "Problemas y preguntas del manzanillero de hoy", en el apartado 3, se dice textualmente:

"Insalubridad en las calles de Manzanillo por la carencia de un alcantarillado [...]" y si bien se
citó a algunos colegas para dialogar con ellos, las respuestas, más que respuestas fueron
justificaciones, todo quedó igual. Un año antes, en Noticias 66, segmento noticioso de
Golfovisión (telecentro local), se señalaba, a propósito de la falta de higiene local: "Hay que
trabajar, sin desviar, en la construcción paulatina de un alcantarillado", hasta hoy nada se ha
hecho en ese sentido.
El volumen de desechos sólidos recolectados (basura), todos en la zona urbana, tuvo una línea
ascendente desde el 2005 al 2008; pues pasó de 195,4 a 369,2 miles de m3; sin embargo, a partir
de este momento la tendencia es a la baja; al año siguiente sólo se recogieron 275,4 miles de m3,
lo que representó una merma respecto al 2008 de 31%, mientras que en 2010 apenas se
colectaron 216,4 miles de m3(25).
El 27 de mayo de 2007, la televisión comunitaria hacía público un comentario titulado "Suciedad
en las calles de Manzanillo".
La limpieza de una ciudad es reflejo de la cultura de sus habitantes. Cuántas
veces hemos transitado por sitios de la misma y por los cuales, después de
llover, no se puede caminar porque el monto de lodo y desperdicios son tan
altos como nosotros mismos.
Ayer me dijo una vecina: "el problema es que de la parte alta y también de la
baja, las personas aprovechan cuando llueve y tiran a la calle escombros,
basura y todo cuanto les sobre en las viviendas".(26)
Es cierto, hay mucho lodo y basura después de torrenciales aguaceros; empero, el lodo no lo tiran
las personas, es arrastrado por la corriente que descarna las calles y cunetas sin asfaltar y si
vierten desechos de todo tipo es porque no saben que hacer con ellos: ¿los van a guardar en el
refigerador?, me refería días atrás con ironía una conciudadana.
Y no es que los trabajadores de comunales no se esfuercen, más de un forastero ha reconocido la
limpieza de las principales arterias; no obstante, una escoba y un carrito no son suficientes para
evacuar la basura generada por miles de habitantes. En la epístola citada anteriormente, hacía
referencia también a las condiciones en que se recogían los desechos sólidos: "[...] o ver como un
Zil 130 de producción soviética, sin las mínimas condiciones higiénicas para quienes realizan el
trabajo, se pasee por toda la ciudad recogiendo la basura, por cuanto el carro que existía para ello
pasó a mejor vida: dejó de existir".
Felizmente, al poco tiempo un nuevo carro fue asignado a Manzanillo y más tarde llegaron dos
más, pero la cantidad sigue siendo insuficiente; además, y ello es clave, no pueden acceder a
todos los lugares en tanto el mal estado de las vías, huecos y cañadas, -en las partes altas de la
ciudad-, hacen imposible su acceso; así pues, resolver la disyuntiva entre «guardar los desechos
en el refigerador» o arrojarlos a la vía pública cuando llueve, es elemental.
Ha sido el suministro de agua potable elemento neurálgico en la evolución citadina de
Manzanillo. Fue el Padrazo Carlos Manuel de Céspedes, el primero, hasta donde sabemos, en
plantear la necesidad de dotar a la naciente ciudad de un acueducto. De hace 155 años son estos
juicios del fundador:

Una de las causas que más contribuyen a la lentitud con que crece la población
de Manzanillo, sobre todo hacia los barrios de la Caimanera, la Plaza Nueva y
la Loma, tan ventilados, tan salubres y de tan buen piso, consiste en la falta de
aguas. Situada esta villa á corto trecho de la boca del río Yara, la separa de ella,
sin embargo, un manglar bajo y cenagoso, y como la marea entra por ese río, no
se encuentra el agua dulce hasta una legua o más de subida, siendo preciso
conducirla por mar [...] Dos especuladores han tomado a su cargo la provisión
de ese artículo y al efecto han establecido en la calle de la Marina (hoy 1ro. de
Mayo) dos aguadas o depósitos de donde salen los aguadores [...] Estos
aguadores dificultan o resisten totalmente la conducción del agua a los barrios
que he mencionado, por estar lejanos de los depósitos y ser de difícil acceso
[...] Los pozos que se cavan en esos lugares, principalmente en el último (la
Loma), son muy hondos y costosos, y raro es el que puede dar agua potable; de
suerte que muchas veces sufren esos vecinos el tormento de la sed, ó por lo
ménos se ven privados para otras urjencias de un artículo tan necesario y de uso
tan frecuente en las casas. Por eso prefieren fabricar hacia la parte baja ó séase
el manglar, donde las calles forman con las lluvias pantanos impenetrables, y
los edificios levantados sobre estacas o terraplenes están rodeados de aguas
fétidas y corrompidas, y de animales inmundos y asquerosos, presentando á las
epidemias que casi todos los años diezman a esos barrios, presa abundante en
que satisfacer sus iras. Pero allí, a vuelta de otras cosas, se surten de agua
fácilmente y hé aquí esplicada en parte la anomalía de venderse á más alto
precio esos solares fangosos que los elevados y secos de la parte alta de la
población.
[...] muchos vecinos se surten de aljibes particulares, cuyos dueños venden el
agua á precios ecsajerados [...] Otros forman depósitos en sus casas y nos
plagan de mosquitos [...]
Tantos inconvenientes, tantos perjuicios como todo el pueblo lamenta, se
evitarían por completo con la construcción de acueducto, que partiendo del río
Yara, nos proveyese de sus saludables y límpidas aguas.(27)
A inicios de la segunda década del siglo XX se construye el acueducto y, tal como sugería el
Padrazo, el agua fue tomada del Yara; no obstante, la contaminación del río, el deterioro de las
instalaciones y la mala calidad del agua convirtió este tema en prioridad cívica durante los años
50. Un articulista, indignado y con razón, señalaba:
Manzanillo merece que por lo menos se le proporcionen los medios para su
saneamiento local e higiene pública.
Desde luego, que no creemos que ni con nuestros afanes y esfuerzos podamos
remediar todas las necesidades públicas referentes a pavimentación,
alcantarillado y asistencia hospitalaria y lo que es más apremiante para la salud
colectiva, un servicio de agua digno de llamarse así, y no como la suministrada
por un acueducto casi en ruinas.(28)

Y los efectos del consumo de un agua no apta para los seres humanos, que llegaba a 4886
hogares en la ciudad, no se haría esperar:
No es posible permanecer indolentes asistiendo resignados al desfile de la gran
caravana de cadáveres de niños víctimas de la gastroenteritis, acidosis, colerín
infantil, etc... que a diario presenciamos.
Es una cobardía colectiva murmurar callados y no patentizar nuestra rebeldía
ante tamaño crimen.
Permitir que Manzanillo consuma las aguas «sucias y asquerosas» del río Yara,
es oficializar y legalizar el crimen.
Ahora lo repito: es criminal que la caravana de niños caiga ante la tolerancia
oficial y nuestra cobardía colectiva.
...¡¡Demasiada mansedumbre...!!(29)
¡Por fin!, en 1961, con el cambio de la toma de agua para los pozos de Cayo Redondo, la ciudad
comienza recibir un suministro de un agua verdaderamente potable, pero la mejora, en esencia, se
redujo a la fuente de abasto, la infraestructura no varió y el tiempo le pasó la cuenta a la red de
tuberías.
En los años 90 -patéticos para casi todos los cubanos-, eran tantos los salideros que el preciado
líquido apenas llegaba a las viviendas mientras un alto porciento no recibía ese servicio; sin
embargo, como la vida siempre encontrará su camino, nos convertimos en excavadores, la ciudad
se llenó de pozos y así pudimos sobrevivir; empero, como los habitantes de las partes altas no
podían llegar al manto freático, muchos de los excavados daban un agua no potable y otros
coterráneos por falta de recursos no pudieron construirlos, la angustia continuó, y tanto fue así
que en 2002, al visitar Fidel Castro la ciudad para dejar inaugurado el Programa de Superación
Integral para Jóvenes, la primera y más urgente petición que se le hizo fue la construcción de un
acueducto. Cuando a punto de embarcar en la aeronave que lo llevaría de nuevo hacia la capital
del país hizo la declaración de que se otorgaría el financiamiento e iniciaría de inmediato la
construcción de un moderno acueducto para abastecer la ciudad durante 24 horas, Manzanillo
casi en pleno brincó de alegría. Los días de sequía, de cargar agua en carretillas, de pagar los
tanques a 10 y más pesos, las llegadas tarde al trabajo por este motivo, los baños sin descargar,
los pisos sin limpiar y la ropa sucia amontonada iban a ser, a partir de ahora, un mal recuerdo; al
menos eso creímos.
Pero los cubanos somos pendulares, si no llegamos nos pasamos y con el pretexto de la urgencia
se entronizó la chapucería. Recuerdo haber escrito una misiva que entregué al 1er. Secretario del
Partido en el municipio y que también envié al Consejo de Estado, donde señalaba la
preocupación sobre el deterioro del trazado vial (calles y aceras), que estaba produciendo la
construcción del acueducto. El 1er. Secretario del Partido me dijo con superior ironía: ¡Y por
dónde vamos a tender las tuberías, por el aire!. Reconozco que no supe en ese momento
responderle como merecía, otros asuntos tratados en la carta me interesaban más como el
relacionado con la División Política Administrativa; pero mi temor se confirmó tiempo después
cuando, terminado supuestamente el acueducto, el sellaje de las zanjas en vías y aceras devino un

contrahecho. Frente a mi casa vive la prueba palpable de la indolencia, se arregló el salidero,
pero la tubería está cubierta sólo con tierra blanca, ni cemento ni asfalto la protegen del diario ir
y venir de ómnibus y camiones; muchos más se aprecian en las calles. En la iniciativa del 2008,
el alerta, como problema, ya está documentado y por partida doble: "Insalubridad en las calles de
Manzanillo por la carencia de un alcantarillado y los salideros existentes en virtud de una
inadecuada terminación del acueducto" y "Deterioro del trazado vial de la ciudad y el sistema de
aceras", pero como dice el refrán, "No hay mayor ciego que el que no quiere ver".
El triunfalismo no pudo ocultar el desastre que constituyó la terminación del acueducto. Aún
resuenan en nuestros oídos la frase de aquel periodista que daba por terminada la obra:
"Manzanillo cuenta con el acueducto más moderno de América Latina". La epístola que escribí a
Fidel Castro en diciembre de 2005 -año en que se dio por terminada la obra-, describía una
amarga realidad:
Del mismo modo que ahorrar energía eléctrica resulta indispensable para el
desarrollo económico, e incluso puede verse como una contribución a la
humanidad por la preservación de los combustibles fósiles, ahorrar agua
cumple el mismo requisito. El acueducto de Manzanillo, obra monumental más
por lo que representa y contribuye a la vida que por su costo monetario, es un
ejemplo viviente de los efectos negativos de la festinación constructiva y la
carencia de recursos para mantener la obra: las decenas de salideros que vierten
a la vía pública miles de litros de agua diariamente, es un insulto procaz a los
años de carencia del preciado líquido en la ciudad y otras urbes cubanas; por
eso, una actuación urgente se impone. Y se preguntará Ud., ¿por qué no
resuelven eso de inmediato?, la respuesta de los compañeros de Recursos
Hidráulicos es la carencia real de transporte, herramientas y medios con que
solucionar un problema que resulta tan ofensivo e inadmisible como el
desperdicio de energía eléctrica.
Para el 2009, las estadísticas señalan que la cobertura de agua potable alcanzaba a servir, en la
zona urbana, a 105601 personas de un total de 105967; o sea, solamente 366 no estaban servidas
(30); sin embargo, un trienio más tarde, la pesquisa realizada por autoridades sanitarias arrojó
que 886 familias no tienen acceso al agua del acueducto, lo que en personas -si asumimos una
composición promedio de 4 por núcleo-, da una cifra de 3554. Agravaba el panorama el dilatado
ciclo con que se servía el preciado líquido, las horas en que se distribuía (nocturnas) y el poco
tiempo de disfrute del servicio a los 101519 habitantes que lo recibían de forma
intradomicialiaria. Resta saber por qué, contando con un acueducto que tenía para la fecha
escasamente 4 años, era preciso, en la zona urbana, servir con pipas a 4082 personas(31) y es que
hubo zonas que nunca llegaron a recibir agua y otras que, antes de la ejecución de la obra
recibían al menos un «chorrito», pero ahora, ni eso siquiera. Sería injusto apuntar que el remedio
fue peor que la enfermedad, lo que sí se puede afirmar es que la construcción del nuevo
acueducto de Manzanillo, obra que debía resolver un problema vital a más de 100 mil habitantes
y en el cual el estado invirtió millones de pesos en moneda nacional y libremente convertible, fue
mal concebido, débilmente controlado y peor ejecutado. Mi padre solía decir: "Aquellos polvos,
trajeron estos lodos".
Las alertas y advertencias subieron de tono hasta convertirse en denuncias; entonces, se inició
una investigación por parte de la Fiscalía General de la República y el Instituto Nacional de
Recursos Hidráulicos (INRH), cuyo resultado vaticinaba lo que estaría por venir: "[...] se

identificaron violaciones de las medidas de protección establecidas para minimizar los posibles
impactos sobre la calidad del agua, lo cual, además de los posibles riesgos para la población,
evidenció el incumplimiento de las disposiciones de Planificación Física"(32), y aunque en la
reunión ampliada del Consejo de Ministros celebrada a finales de abril de 2012 se informó que se
valoraban las medidas administrativas, disciplinarias y jurídico-penales a adoptar con los
responsables de las violaciones e ineficiencias detectadas, la suerte -como dijo Julio César al
cruzar el Rubicón-, estaba echada.
La supervivencia de la Revolución Cubana estriba, de manera inobjetable, en todo cuánto ha
hecho por hacer menos injusta y más llevadera la vida de los cubanos, por eso salió ilesa de la
aguda crisis de los noventa y a pesar de los pesares -como dice Eduardo Galeano-, todavía vive
y pelea; no obstante, si queremos que siga respirando debe atenderse y de manera preferencial
aquellos sectores que forman parte de su nave insignia, entre ellos la salud pública.
Para el 2010, en Manzanillo, el personal facultativo del Ministerio de Salud Pública (médicos,
estomatólogos, farmacéuticos, enfermeras y auxiliares de enfermeras, técnicos y auxiliares),
sumaban 5436; hay un médico por cada 106 habitantes y un estomatólogo por cada 671; se
contabilizan 4 hospitales, 5 policlínicas, 2 hogares maternos, 1 clínica estomatológica, 1 hogar de
ancianos y 2 casas de abuelos; se inmunizaron -con 13 vacunas diferentes-, 38727 personas; la
mortalidad infantil fue de 4,3 por 1000 nacidos vivos; solo mueren 8 niños menores de un año y
se brindaron 845828 consultas médicas, todas ellas de forma gratuita, al igual que las
intervenciones quirúrgicas y las estancias hospitalarias (ingresos).(33)
Los datos supradichos nos hacen sentir orgullosos y demuestran cuánto se ha hecho en favor de
la salud de los manzanilleros, pero no podemos llamarnos a engaño; las inconformidades son
numerosas, el deterioro de las unidades asistenciales es notable y creciente, amen de un
funcionamiento que en no pocas ocasiones deja mucho que desear. En 2008, como parte de la
delegación granmense al VII Congreso de la UNEAC, tuve la oportunidad de reunirme con
autoridades de diferentes esferas, entre ellas las de salud pública. Lamentablemente he tenido que
visitar, con frecuencia no deseada, las instituciones de salud del municipio, especialmente el
hospital Celia Sánchez Manduley, catalogado por Fidel Castro -al momento de su inauguracióncomo
«hotel de la salud»; el cual, por su desmedrado estado, especialmente del sistema
hidrosanitario y parte de su infraestructura, dista mucho de lo que fue. En el encuentro, hice
visible mi preocupación a la sub-directora provincial de salud y su respuesta me dejó anonadado:
-La reparación del Celia Sánchez Manduley está prevista para el 2025. Le respondí: ¡Por favor,
no me falte el respeto, para esa fecha quizás ya no haya hospital al paso que vamos!
Me replicó incómoda, "Yo no le he faltado el respeto a Ud." y me argumentó que quizás el
hospital no estaría muy limpio pero había Excimer Láser, Tomógrafo y una moderna sala de
Nefrología; entonces le repliqué: ¡Para eso se hizo la Revolución, para tratar a las personas como
seres humanos, aliviarles el dolor y prolongarles la vida!; su respuesta, impotente, no se hizo
esperar: "¡Bueno, hasta el momento, que yo sepa nadie ha muerto por falta de limpieza!". Gracias
a Dios así ha sido; pero resulta inconcebible que los desechos líquidos en la zona de Anatomía
Patológica, en virtud de la oclusión de los desagües, vayan a parar al sótano.
En el 2010, el ingreso de mi padre y mi hermano en el hospital Celia Sánchez Manduley devino
vía crucis; ninguno salió con vida de allí. La actitud negligentemente criminal de un médico (hoy

cumple misión internacionalista en Bolivia "salvando vidas" y no puede responder por sus actos
hasta su regreso), que acaso condujo a mi hermano a la muerte y varias disfunciones
organizativas, fueron denunciadas en el artículo: «Del dolor a la utilidad humana. Necesidad de
mejorar servicios médicos en el Manzanillo de Cuba», texto que hice llegar a todas las instancias.
La forma en que se respondió mi clamor, un año después y tras continuas gestiones, me hizo
dudar de la transparencia y eticidad con que algunos en este sector abordan temas tan sensibles.
La experiencia tiene valor de prueba, si es dolorosa, resulta irrebatible. Escribí en aquella
oportunidad:
Las condiciones de estancia en sala son deplorables, especialmente lo
relacionado con el sistema hidrosanitario: baños y duchas sin puertas, en estas
últimas no hay grifos ni tuberías por donde caiga el agua, a lo que se agrega
ausencia total de lavamanos; como el suministro de agua no es constante, los
inodoros, en ocasiones, emulan a los portátiles en tiempos de carvanal. En los
cubículos la situación no es tan dramática pero sí incómoda, por cuanto los
acompañantes apenas tienen donde sentarse, las mesitas auxiliares están en
ruinas, mientras los bastidores de algunas camas descendidos; a ello se suma la
inexistencia de tomacorrientes y sillas en el comedor donde tampoco hay
cucharas, deficiente iluminación, la silla de ruedas pronto se quedará sin el
único invento humano y el cuarto médico no está mucho mejor que los demás
espacios. Si alguien cree que exagero lo invito a hacer un recorrido por el
hospital; eso sí, iremos sin avisar y no llegaremos a la vitrina: Eximer Láser,
Tomógrafo y Nefrología.
En condiciones como estas las relaciones humanas se desestabilizan, los
caracteres agrían y quienes más padecen son los enfermos; aunque no son los
únicos; en tanto, el personal médico y paramédico que convive en una realidad
de por sí nociva: enfermedad, dolor y muerte, recibe una carga extra
caracterizada por difíciles condiciones de trabajo y ello, sin dubitación alguna,
mengua su desempeño y no hablamos de mangos, berenjenas o pollos;
hablamos de seres humanos. Cada cual habla de la feria tal como le va en ella;
por tanto, sería deshonesto y mentiría si dijera que el trato recibido por parte
del personal médico y de enfermería fue cáustico, innoble o inhumano; al
contrario, nos ayudó a soportar las demoras injustificadas, las equivocaciones,
las angustias y el desasosiego, los baños desbordados y pestilentes, el dolor y la
muerte.
Casi al final del texto preguntaba: "¿Dónde están las puertas, grifos, lavamanos, tomacorrientes,
duchas, lámparas, asientos, etc. del Hospital Celia Sánchez Manduley?" y cómo de nada sirve
criticar sin aportar soluciones o por lo menos señalar dónde encontrarlas, acoté: "Coordinar con
empresas nacionales y en el caso específico del Hospital Celia Sánchez Manduley, con la fábrica
de aluminios José Luis Tassende de las Muñecas para la construcción de puertas, ventanas,
mesitas auxiliares y el necesario mobiliario que necesita ser repuesto después de 30 años de
explotación intensiva".
Felizmente, la reparación de una sala se inició y a estas alturas está terminada; empero, es preciso
continuar rehabilitando y creo que a la manera del presidente Raúl Castro, "sin prisa pero sin
pausa", para no ser víctimas de los apresuramientos, la chapucería y las metas; con la convicción

además, de que no sólo es el cólera; sino, un grupo de enfermedades de origen hídrico que
podrían, como llegó el fatídico viajero del Ganges, a deambular entre nosotros y decidirse a
cobrar vidas. Por ejemplo, entre los manzanilleros, las enfermedades más comunes son las
respiratorias; así ha sido desde 2005 hasta 2010, le siguieron, a bastante distancia pero siempre
en segundo puesto, las diarreicas agudas(34), de modo que resulta imprescindible estar alertas y
prever; ya lo decía José Martí: "En prever está todo el arte de salvar".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi esimado Delio, hoy DEc, 4, 2013 encontré en internet este articulo, salido de su ilustre pluma. Te felicito de todo corazón, ya puedo ver tu valentía y tu honestidad al tratar los variados asuntos.
En tus líneas puedo apreciar que en algún momento luchaste por obtener para Manzanillo el estatus de Provincia (que tiene mas que merecido), yo en una oportunidad propuse el de crear dos provincias en la que hoy es Granma, una que se llamase "Guacanayabo" compuesta por Manzanillo como capital y los municipios de Yara, Bartolomé Maso,Campechuela,Media Luna,Niquero,Pilon y otra con el nombre de "Cauto" con capital en Bayamo y el resto de los municipios. Estoy seguro que si siguen luchando por esto, lo van a conseguir, porque es justo, necesario y honesto.- Adelante amigo. Fdo. Cesar Hernández.