Jardines dignos de una reina
Mucho mundo hermoso y nuevo había visto el almirante Cristóbal Colón cuando llegó por segunda vez a la Isla de Cuba, bautizada por él como Juana. En fin, si ya en 1492, en las orillas de Bariay, le pareció al genovés que aquella era la “tierra más fermosa [sic] que ojos humanos vieran”, aunque no existe registro de una frase similar, lo mismo debió pensar dos años después, cuando su navío enfiló por la costa sur cubana y un centenar de islotes develó ante sus ojos el paraíso.
El paraíso era un archipiélago laberíntico en el que los manglares, los matorrales y las dunas dibujaban un paisaje exótico y desconocido para Colón. Ante la belleza que se abría a su paso, no vaciló. En honor de quien fue la principal benefactora de sus travesías lo llamó Jardines de la Reina, a pesar de que Isabel la Católica nunca conoció tales maravillas de la naturaleza.
Años más tarde, Diego Velázquez, bojeando el norte cubano, encontraría otro conjunto de cayos a los que, tal vez en desagravio y para apaciguar el honor herido de Fernando de Aragón, nombraría Jardines del Rey. Pero esa es otra historia.
La relativa lejanía de tierra firme (unas 50 millas náuticas) y lo enrevesado de sus canales, así como los cientos de islotes que lo integran, hicieron del Archipiélago Jardines de la Reina un sitio prácticamente inexplorado, que sobrevivió a cinco siglos de depredación. Sus aguas y cayos, no obstante, pueden contar historias de corsarios y piratas, trata de esclavos, naves hundidas y familias de pescadores que las poblaron desde finales del siglo XIX y hasta la década del 60 del XX.
No fue hasta 1996 que el Estado cubano declaró Zona Bajo Régimen Especial de Uso y Protección a Jardines de la Reina; luego, en 2002, se propuso declararlo Parque Nacional, decisión adoptada en 2010. Esta categoría de manejo implica garantizar la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad, teniendo en cuenta que es una de las prioridades del programa Nacional de Medioambiente y Desarrollo cubano. Allí está prohibida la pesca comercial y la actividad turística tiene características especiales.
Ubicado al sur de la isla mayor, desde Cayo Bretón hasta Cabeza del Este, el conjunto de islotes y el mar que los circunda ocupan más de 2000 kilómetros cuadrados, en territorio de dos provincias: Ciego de Ávila y Camagüey, que lo convierten en una de las áreas mejor conservadas del Caribe.
Pero, ¿qué lo hace tan especial?
Noel López Fernández, buzo guía de la estación de buceo internacional Avalon y a quien han llamado, incluso, “encantador de tiburones”, lo tiene claro. “Es un área única, reserva de biodiversidad, incluso de especies no descritas aún. Aporta a todo el Caribe y hasta a Estados Unidos. Hay una conexión tremenda, las corrientes marinas que pasan por el sur de Cuba arrastran larvas de peces y corales, por el Estrecho de la Florida y suben hasta Carolina del Norte.
“Por ejemplo, la guasa, tiene en Jardines de la Reina un hábitat incomparable, no solo en nuestra zona geográfica, sino a nivel mundial. Desde el punto de vista económico, también es una fuente inestimable de recursos. No por la pesca, sino por la actividad turística, que allí tiene condiciones particulares”.
Se refiere Noel a la estación de buceo internacional Avalon que promueve opciones muy atractivas para un turista que no busca sol y playa, sino el contacto directo y la observación de la naturaleza. Desde la fotografía submarina, hasta el baño con tiburones y cocodrilos, son poderosos imanes que garantizan demanda todo el año.
“Los clientes vienen buscando, fundamentalmente, tiburones, guasas y cocodrilos. Somos pioneros en el mundo en ofrecer la posibilidad de nadar con cocodrilos y fotografiarlos. Al principio recibimos muchas críticas, nos decían que podía ocurrir un accidente, pero no fue así. Son animales muy inteligentes y no se sienten amenazados por nosotros, se han acostumbrado a nuestra presencia”.
Sin embargo, no son los escualos ni los grandes peces lo que más apasiona a Noel. Para él, la verdadera maravilla está en los invertebrados, seres minúsculos que hacen inmenso el mar. “Me encanta buscar; a veces aparecen ejemplares de especies nuevas para la ciencia. Nos ha sucedido en muchas ocasiones”.
Un oasis en el océano
En 2009, el Dr. en Ciencias Fabián Pina Amargós aseguró que en el archipiélago había trabajo para, al menos, 100 años. Si lo dice él, debemos creerle, pues una buena parte de su experiencia como biólogo marino la ha dedicado a estudiar, sobre todo, la ictiofauna de esa zona.
Precisamente con una investigación sobre la guasa, que él ha denominado como un elefante en el mar por su gran tamaño, mereció una beca de la fundación norteamericana Pew Charitable Trust en 2012. En su opinión, quedan muchos secretos por develar, relacionados con la resiliencia de la barrera coralina de Jardines de la Reina, por ejemplo, la cual muestra una salud envidiable comparada con las del resto del Caribe.
En 2015, Pina Amargós participó junto a expertos cubanos y la Environmental Defense Fund en una acción conjunta entre Cuba y Estados Unidos que, por primera vez, permitió capturar y marcar tiburones para su posterior estudio y conservación. El pasado año, el científico acompañó a dos prestigiosos fotógrafos de la revista National Geographic durante su estancia en el archipiélago. El artículo “Las joyas subacuáticas de Cuba están en la ruta del turismo”, de David Doubilet y Jennifer Hayes, no solo describe la belleza del lugar, sino la incertidumbre de su futuro ante la apertura del turismo internacional, en especial el norteamericano.
“Este oasis en el océano florece porque Cuba protege activamente la reserva, donde las mareas y corrientes ayudan a retener nutrientes y larvas. Hasta ahora, el ecosistema marino ha demostrado ser resistente al blanqueamiento de corales, pero enfrenta la misma amenaza que otros arrecifes, pues el océano se calienta, acidifica y se eleva”.
Cuando el Dr. Fabián habla en términos de oasis se puede comprender la dimensión de los Jardines de la Reina como reservorio genético de relevancia mundial. Habitan allí centenares de especies de la flora y la fauna, terrestres y marinas, muchas de alto endemismo en Cuba y otras de un valor inestimable. Corales negros y cuerno de alce, seis especies de tiburones, cuatro de tortugas, invertebrados casi desconocidos por la Ciencia, reptiles, mamíferos, peces, tantos y tan bien conservados que algunos lo llaman Las Galápagos del Caribe.
Hoy Jardines de la Reina mantiene sus valores naturales casi inalterados, porque la explotación turística se realiza sobre bases ecológicas y sostenibles. Solo se puede llegar hasta allí partiendo del puerto de Júcaro, al sur de Ciego de Ávila.
La empresa Marina Marlin Azulmar, enclavada en esa localidad, opera ocho embarcaciones de vida a bordo y el hotel flotante Tortuga Avalon, que ofrece servicios integrales a los clientes durante el ciclo de siete días. Al año, unos 2500 turistas acceden a esta modalidad en la que no se trata de tomar el sol y leer un libro a la orilla de la playa, sino de interactuar con la naturaleza en su estado prístino.
Además del buceo y la contemplación, el producto turístico incluye la pesca recreativa, en la modalidad de captura y liberación. Según estudios del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana y del Centro de Investigaciones de Ecosistemas Costeros, la actividad de buceo es sostenible y de una calidad elevada, respaldada por la forma de gestionar el área y sus recursos, y por la conservación de sus ecosistemas y la tasa de repitencia.
Más de 500 años después, el archipiélago al sur del centro de Cuba continúa siendo un jardín digno de una reina.
Comentario enviado a On Cuba, de cuya publicación dudo. Espero.
Este archipiélago está constituido por cayos que se encuentran en el Golfo de Guacanayabo, donde vierte su caudal el Río Cauto y se halla el Gran Bajo de Buena Esperanza. (según ecured)
La hipocresía de los periodistas cubanos sólo es comparable en su falsedad a la doble moral del gobierno. ¡Así que reservorio genético; así que explotación turística sobre bases ecológicas y sostenibles!
Hay una planta de acumuladores en la ciudad del golfo de guacanayabo que por diseño debería estar vertiendo su porquería contaminante en los esteros, cerca de la desembocadura del Cauto. Fue puesta allí por la misma persona que logró echar a andar un proceso de culturicidio en aquella región que hoy continúa su paso arrollador. Puedo asegurar que las aguas residuales no llegan a donde se planificó porque antes del arranque de la planta pude recorrer el trayecto y había problemas de pendiente y de sellaje. Pero se han estado dispersando por toda esa área, en el manto freático, ambiente y personas. El plomo es segundo sólo del mercurio, que es el peor. Fui también el que luchó y pudo implantar el análisis de plomo en sangre para los trabajadores, pues el cubanito que negoció el contrato lo dejó en coproporfirina en orina; un crimen de lesa humanidad.
Sólo una mente enferma puede haber decidido poner esa planta donde está. Sólo mentes adocenadas pueden seguir explotando esa planta en esas condiciones. El valor final de la planta de tratamiento de residuales es de 1 ppm, porque el resto hasta 0.1 ppm el cubanito no la quiso comprar. Mientras yo fui el jefe de esa planta, puedo asegurar que rara vez subió de 0.1 ppm. Después que salí de allí acompañado por dos solícitos agentes del DSE, la operación de dicha planta dejó de ser algo relevante.
El antiguo ministerio de la pesca tiene los valores de plomo existentes en el golfo antes de arrancar la planta, estudio que hicimos en un barco del combinado pesquero a la sazón.
Espero que no me censuren este comentario, que es responsabilidad mía. Mi nombre es real.