Sorprendentes Descubrimientos Médicos en Cuba
David Pilling, de Financial Times, en su edición de Enero 13 al 14 del 2001, afirma que nuestro país se encuentra en un nivel de excelencia en biotecnología que sorprende a los científicos visitantes, aunque hay un déficit de medicinas básicas y se pregunta si los cubanos pueden poner su trabajo investigativo a hacer dinero.
Pilling comienza su descripción de los criaderos de tilapia gigante en La Habana, modificada genéticamente a partir de una de Africa, proyecto que define como símbolo de los importantes esfuerzos de Cuba en biotecnología. Las tilapias gigantes se mantienen aisladas mientras se les hacen pruebas para la seguridad en su consumo.
Jorge Gavilondo, uno de los científicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, quien no tuvo que comerse por un mes, en desayuno, almuerzo y comida tan delicioso menú, dice de los sacrificados que “nunca volverán a comer tilapia”. Gavilondo nació en Chicago y fue llevado a Cuba por sus padres siendo un bebé. Estudió en el prestigioso laboratorio de Luc Montagnier, el científico Premio Nobel que descubrió el HIV. Como tiene pasaporte americano, puede trabajar en USA, pero prefiere dedicarse a la Ciencia en Cuba. Visita frecuentemente USA, representa a sus compañeros que no pueden entrar al país en encuentros académicos y renuncia a una buena vida por un salario mensual de $25.00 y las magras delicias de la tarjeta de abastecimiento, lo que causa admiración a los agentes de inmigración cada vez que viaja. “Al menos no tengo problemas con el fisco. Si declarara al IRS lo que gano, me pondrían en Food Stamps”.
II
Gavilondo, al igual que la mayoría de los bien entrenados científicos cubanos, es una creación de Fidel Castro, opina Pilling.
Que apenas un año después de bajar de la Sierra Maestra y tomar el poder en el 59, con 33 años de edad, en un discurso a propósito, vinculó el futuro de Cuba al esfuerzo de sus científicos. En los 60 la piedra fundamental fue el establecimiento de una base investigativa modelada, irónicamente, a semejanza del Instituto Nacional de la Salud de USA. Por los siguientes veinte años se entrenaron miles de científicos en países satélites de la URSS, Canadá, Francia, Suecia y el Reino Unido.
Recuerda David Pilling que Castro, a principio de los 80, quedó encantado con las posibilidades de la biotecnología cuando supo del Interferón, considerado en esos tiempos como un milagro potencial contra el cáncer, poniendo en juego grandes porciones de los recursos de la nación en esa visión.
Según Pedro López Saura, uno de los directores del Centro, para producir suficiente Interferón, debido al atraso en la materia, el único modo posible era trabajar duro, “no menos de 24 horas al día” sugería Fidel. Las primeras cantidades logradas sirvieron para tratar hemorragias internas causadas por una brutal epidemia de Dengue.
III
Por los próximos 15 años se dedican cerca de mil millones de dólares a la creación de un Polo Científico, al oeste de La Habana. Aún en Período Especial, la economía en ruinas y los automóviles sin gasolina, los generadores eléctricos del Polo no se detuvieron.
Hoy día, muchos de esos limpios y modernos institutos parecen compañías biotech de cualquier parte del mundo, salvo las filas de Chevrolets de los 50 y los Lada soviéticos en los parqueos. “Si se fueran a instalar algunas piezas de equipo moderno en esos laboratorios, no se podrían diferenciar ni los del Parque Científico de Oxford”, dice Jonathan Reynolds, quien fue a Cuba en misión exploratoria para Oxfordshire BioLink.
Los resultados de estos laboratorios no han sido reconocidos fuera de Cuba, pero han tenido gran impacto en la salud y la economía cubanas, según Lopez Saura.
Los niños cubanos se inmunizan contra más de diez enfermedades con vacunas producidas en el país. La producción de estreptoquinasa, una enzima para tratar la trombosis, salva 200 vidas al año y ahorra más de $10 millones. Por la alquimia del trueque, las medicinas cubanas se han transformado en bicicletas chinas y pollos brasileros.
Pero -y aquí viene el pero de Pilling- aparte de las anomalías de una sociedad que ha descifrado los misterios de la biotecnología y no puede aumentar la producción de pollo, las políticas de Cuba no siempre han dado resultado, aún en propios términos.
López Saura subestima a Puerto Rico -una base manufacturera con incentivos en su política impositiva para los gigantes farmacéuticos occidentales- como una “fábrica de pastillas”, sin Ciencia Original. Pero, a juzgar por las farmacias casi vacías de La Habana Vieja y las quejas constantes sobre la escasez hasta de aspirina, Cuba podría hacer algunas humildes “fábricas de pastillas”.
IV
“Cuba responde a 40 años de embargo económico con una medicina que salvará a muchos niños americanos. Es un gesto muy hermoso. Por primera vez en la historia de la industria farmacéutica cubana, uno de nuestros productos va a tener licencia en un país desarrollado y no muchas veces un producto desarrollado en el Sur va al Norte” expresa Concepción Campa Huergo, científica y miembro del buró político del PCC. Ahora es presidenta del Instituto Finlay, pero en la mitad de los ochenta lidereó un pequeño equipo que buscaba desesperadamente una vacuna para la Meningitis B, después de un brote de esta enfermedad mortal. No existía la vacuna en el mundo, aunque los científicos occidentales habían tratado en vano -y continúan haciéndolo- de lograrla. La Meningitis B mata a 50 mil niños cada año en el mundo.
El equipo de Concepción finalmente rompió las defensas de la bacteria y se inició una inmunización masiva al final de los ochenta , barriendo la enfermedad de la faz de Cuba prácticamente.
Pues bien, la compañía angloamericana Glaxo-Smith-Kline está adaptando al uso occidental la vacuna inventada en Cuba hace más de diez años, habiendo tenido que negociar una histórica circunvalación al embargo americano. Tendrá que probar que la vacuna sirve para americanos y europeos, pero para cumplir con las leyes del embargo, le pagaría a Cuba los costos fijos de la licencia y los derechos de autoría en una mezcla de dinero, alimento y medicina. Si todo sale bien, la vacuna estará lista para usarse en Occidente en dos años.
El desarrollo de esta vacuna marca un hito en la posibilidad de poner a la biotecnología a producir dinero, lo que podría acallar las críticas hacia la situación cubana actual de escasez de suministros médicos básicos.
V
El esfuerzo de Cuba en una biotecnología sofisticada -de la cual la tilapia es parte pequeñísima- ha tenido su mayor progreso en la salud humana. A pesar de años de aislamiento económico y relativo empobrecimiento, el país ha construído una de las más avanzadas -aunque menos conocida- industrias biotecnológicas del mundo.
La isla no solamente ha suministrado vacunas a sus 11 millones habitantes, equipos de diagnóstico y versiones domésticas de medicamentos que combaten afecciones cardíacas, trombosis, cáncer y enfermedades infecciosas, sino que en algunos campos de la Medicina Cuba está a un nivel de excelencia, forjando una tecnología que provocaría envidia -y ningún descrédito- casi dondequiera.
“Podría pensar que hay tanta gente trabajando en biotecnología per cápita como habría, por ejemplo, en Massachusetts. Política aparte, cuando usted ve el efecto del embargo americano en el acceso a recursos primarios -incluyendo información- usted queda asombrado del nivel de conocimiento que tienen los cubanos”. Así se expresa Moncef Slaoui, alto ejecutivo de SmithKline Beechan, División de Vacunas.
Sin embargo, al igual que en la carrera espacial de la URSS, muchos se cuestionan si tales investigaciones esotéricas son el mejor uso de escasos recursos. Concedido eso, es difícil desvincular las inmensas inversiones en la Ciencia médica de los notables logros de la isla en Salud Pública.
Igualmente, es difícil ignorar las contradicciones de una sociedad cuyos científicos clonan genes, logran anticuerpos monoclonados y logran animales transgenéticos pero sus agricultores trabajan equipos antiguos y sus ciuidadanos piden jabones a los turistas.
Si la Meningitis B representa un potencial económico y éxito propagandístico, lo mismo sucede con la guerra al cáncer. Más tarde en este mismo mes se esperan regulaciones en el Reino Unido para decidir si se pueden empezar pruebas a una vacuna anti-cáncer cubana en varios hospitales. Una llamada “vacuna terapéutica” que estimula al sistema inmunológico para combatir al Factor de Crecimiento Epidérmico (EGF), una proteína que los cubanos descubrieron estar implicada en el cáncer.
De acuerdo con David Allan, jefe ejecutivo de York Medical, una compañía canadiense que está pagando por las pruebas clínicas, un estudio piloto cubano en un tipo de cáncer de pulmón aumentó la expectativa media de vida de los pacientes de dos a trece meses. Si estos resultados pueden repetirse fuera de Cuba -una condición muy importante- York Medical pudiera tener un éxito comercial en sus manos. Las oportunidades de ganarse la lotería con una sola medicina son pocas. Pero Allan, cuya compañía también ha dado licencia a un anticuerpo cubano para combatir al cáncer, dice que la tecnología de la isla merece ser tomada en serio. “Cuando fuímos allí por primera vez quedamos atónitos con lo que encontramos”. El cree que debido a la política el potencial comercial de la ciencia cubana ha sido soslayada.
Por supuesto que mientras Castro esté en Cuba, los negocios con la isla nunca se harán fácilmente. Una de las diapositivas de presentación de York Medical es una cita de Fidel diseñada para incentivar rápidas inversiones capitalistas conjuntas, asegurando que éstas “no están reñidas con ningún principio del Marxismo Leninismo, Socialismo o Revolución.
Esta puede ser la primera vez en la historia de la biotecnología que los inversionistas han buscado reafirmación en las enseñanzas de Karl Marx. Pero si aunque sea un medicamento cubano obtiene un logro importante, puede no ser el último.
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