Ella, pues, abierta o solapadamente, según
creyera que mejor cumplía a los fines de su política, se mezclaría en la
contienda y sus parciales en Cuba serían más numerosos que los de la república
americana; pues esta, a lo más, solo contaría con los cubanos; mas aquella
reuniría en torno suyo a los peninsulares, porque defendería los intereses de
España, y a todos los individuos de raza africana, porque estos saben que ella
hace a los esclavos libres, y a los libres ciudadanos, mientras los Estados Unidos
mantienen a los suyos en dura esclavitud. ¿No proporcionaría recursos a España
para que continuase la guerra; no le
permitiría que en Jamaica y en sus otras
islas vecinas reclutase soldados negros, que simpatizarían con los africanos de
Cuba; y qué sería de esta infeliz Antilla, destrozada por la guerra civil y
sometida a un tiempo a la perniciosa influencia de dos naciones rivales o
enemigas? ¿Y triunfarían al cabo los Estados Unidos? Triunfen enhorabuena; pero
su triunfo sería sobre las cenizas de la patria. Les quedaría el punto
geográfico, pero sobre ese punto se
alzarían mas de seiscientos mil negros, bañados en la sangre de sus señores y ofreciendo a los estados
meridionales de aquella confederación un ejemplo terrible que imitar.
No hay país sobre la tierra donde un
movimiento revolucionario sea más peligroso que en Cuba . En otras partes, siquiera con
solo la probabilidad de triunfar, se pueden correr los azares de una revolución
pues, por grandes que sean los padecimientos, siempre queda el mismo pueblo; pero en Cuba, donde no hay
otra alternativa que la vida o la
muerte, nunca debe intentarse una revolución sino cuando su triunfo sea tan cierto como una demostración
matemática. En nuestras actuales circunstancias, la revolución política va
necesariamente acompañada de la revolución social y la revolución social es la
ruina completa de la raza cubana. Sin duda que los oprimidos hijos de aquel
suelo tienen muchos agravios que reclamar contra la tiranía metropolitana; pero
por numerosos y graves que sean, los hombres previsores jamás deben provocar un
levantamiento que, antes de mejorar nuestra condición, nos hundiría en las más
espantosas calamidades. El patriotismo, el puro e ilustrado patriotismo, debe
consistir en Cuba no en desear imposibles, ni en precipitar al
país en una revolución prematura, sino en sufrir con resignación y grandeza de
ánimo los ultrajes de la fortuna, procurando siempre enderezar a buena parte
los destinos de nuestra patria.
Ni en la presente situación de Cuba, ni
en los extraordinarios acontecimientos que han perturbado a Europa en 1848,
encuentro ningún motivo de los que se llaman vitales, que nos fuercen a buscar
la anexión por medio de las armas. ¿Será que los cubanos consideran su suerte
tan insoportable que, ciegos y desesperados, quieran entregarse a la venganza y
a otras pasiones indignas de sus pechos generosos? Si tal hicieran, las
consecuencias pesarían más sobre ellos que sobre los enemigos de quienes
intentaran vengarse. ¿Se buscará la incorporación por temor de que España, en
sus revueltas intestinas, mande libertar los esclavos? De las cinco razones que
tengo para creer lo contrario, sólo apuntaré cuatro:
1ª.- Tal vez en el curso de los años
España pensará lo mismo que Inglaterra, Francia y Dinamarca; pero hoy no está,
ni en sus ideas ni en sus intereses, el abolir la esclavitud; y lo mismo piensan
en cuanto a ella progresistas y moderados, que republicanos y absolutistas. Díganlo
si no aquellos ingleses, que en sus correrías por Madrid, Barcelona y otras
ciudades de la península, anduvieron regando la semilla abolicionista, y en
todas partes se encontraron un terreno estéril é ingrato.
2ª.- De no haber sido por las continuas y
enérgicas reclamaciones del gabinete inglés,
todavía España estaría inundando á Cuba de esclavos africanos. En la
cuestión negrera se observan dos períodos muy marcados: el de la supresión del tráfico y el de la emancipación.
Aquel siempre precede a este; y si España apenas ha entrado en el primero, y
eso a impulso de una fuerza exterior poderosa, ¿cómo se la podrá considerar tan
adelantada, que ya esté en el último término del segundo?
3ª.- Pero aun cuando hubiese llegado a
él, su propio interés le serviría de freno, pues ella conoce que la abolición
en masa atacaría violentamente las propiedades de cubanos y europeos y que
reuniéndose todos para defenderlas, no temerían declararse independientes.
4ª.- España sabe que los millones de
pesos fuertes y los demás provechos y granjerías que saca anualmente de Cuba son producto del trabajo de los esclavos. ¿Cómo pues, en
sus apuros pecuniarios cortará ella de un golpe el árbol frondoso que tan
sazonados frutos le presenta?
¿Será la anexión para libertarnos de las
tentativas de Inglaterra contra Cuba ?
En nuestra posición no debemos adormecernos con una vana confianza, ni tampoco
exagerar los peligros. Cierto es que los hacendados de las Antillas británicas
desearían que los de Cuba no
fabricasen azúcar con más ventaja que ellos; cierto que el gobierno inglés se
alegraría de que las ideas de su propaganda alcanzasen también a nuestra isla:
¿pero se infiere de aquí que él pretenda realizar sus deseos, apoderándose de Cuba ó destruyéndola?
Nunca menos que ahora puede él emprender esta tremenda cruzada; y no lo digo
con relación al estado en que se halla Europa; no lo digo porque el abatimiento
en que han caído las Antillas británicas, a consecuencia de la emancipación
repentina de sus esclavos ha entibiado algún tanto en Inglaterra el fervor de
los abolicionistas y disminuido el número de sus prosélitos; lo digo, sí,
porque esta nación sabe que, aun cuando España le vendiese a Cuba, los Estados Unidos
se opondrían vigorosamente a que pasase a sus manos una isla, que no solo
domina todas las aguas del golfo mexicano, sino parte de las costas orientales
de aquella república. La esclavitud misma de Cuba daría a Inglaterra algunos embarazos
para su adquisición, porque en el acto que la poseyera, habría de proclamar la
libertad, ora indemnizando a los amos el valor de los esclavos, ora sin
indemnizarlos. Si no los indemniza, el descontento general de aquellos será tan
grande que, considerándose arruinados, nada les impediría hacer una revolución
que sería sumamente provechosa a los Estados Unidos. Si los indemniza, incluso
a precios muy bajos, forzoso le será añadir al valor que pagaría por Cuba ,
la suma de muchos millones de pesos fuertes. ¿Y para qué tantos sacrificios? Para entrar inmediatamente en una guerra desastrosa con
la confederación norteamericana. Tranquilicémonos, pues, y no temamos en vernos
convertidos en súbditos ingleses. Nos ligan con la Gran Bretaña tratados
solemnes sobre el tráfico de esclavos; cumplámoslos religiosamente y ella se abstendrá
de ciertas aspiraciones que, llevando en sí el carácter de una intervención en
nuestros asuntos domésticos, provocarían al punto la de los Estados Unidos. Estos,
y no España; estos, no por nuestro bien, sino por su propio interés; estos son
en nuestra situación actual el escudo más fuerte que nos cubre contra cualquier
desleal tentativa del
gobierno británico. Pero si nosotros, rompiendo imprudentemente este equilibrio
conservador, llevamos a nuestro suelo el azote de la guerra, entonces aquel
gabinete podrá realizar cuantas miras siniestras se le quieran suponer, ya que
nosotros mismos le ofrecemos la ocasión mas favorable.
¿Harán los cubanos la anexión para
libertar sus esclavos? Solo pensarlo es un delirio; y si lo pensasen por un
trastorno completo de las leyes morales que rigen el corazón humano, no deberían
empezar por encender en su patria una guerra asoladora, sino por ponerse de
acuerdo con su metrópoli y ejecutar pacíficamente sus benéficas intenciones.
¿Será, al contrario, para reanimar el
tráfico de esclavos, introduciéndolos, no de Africa, sino de los Estados Unidos?
Esto, que a muchos parecerá un bien, yo lo tengo por un mal, como diré más adelante.
¿Será solo para mantener la esclavitud?
Pero ¿quién trata de emancipar los esclavos? España no lo sueña y la Inglaterra
ni tiene derecho para mezclarse en esta cuestión, que es peculiarmente nuestra,
ni tampoco presenta una actitud amenazadora; y si la tomase encontraría las graves
dificultades que acabo de manifestar. Es pues, evidente que haríamos la
revolución por un temor imaginario. Y los que la hiciésemos, ¿cómo no
advertimos que la guerra por la anexión sería el medio infalible de perder
nuestros esclavos; y los conservaríamos, aun en el caso de reunirnos
pacíficamente a la confederación americana ?
Acaso el porvenir no es tan brillante ni tan sólido como
generalmente se cree, pues la incorporación no pone los esclavos de Cuba a
cubierto de todas las eventualidades.
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